Fermín Bocos

CRÓNICA POLÍTICA

Fermín Bocos

Periodista y escritor. Analista político


La sombra de Caín

13/03/2024

El poeta no se equivocaba. Por las tierras de España sigue cruzando errante la sombra de Caín. Veinte años se cumplieron el lunes del mayor y más mortífero atentado terrorista de nuestra Historia y ni siquiera el recuerdo de las 192 personas que fueron asesinadas en aquel trágico 11 de marzo consiguió que las autoridades del momento -del Rey al presidente del Gobierno y el jefe de la oposición y demás representantes parlamentarios- comparecieran juntos.

Cuando el 11 de septiembre de 2001 los Estados Unidos fueron golpeado por el terrorismo islamista (3.000 personas asesinadas), el país ofreció ante los ojos del mundo un ejemplo de unidad con el presidente George W. Bush y varios expresidentes asistiendo juntos a los actos religiosos en memoria de las víctimas. Algo similar vimos en París días después del 13 de noviembre de 2015 tras la masacre (130 asesinatos) perpetrada por los islamistas en la discoteca Bataclán.

El atentado en Madrid del 11 marzo de 2004, por el número de víctimas, encabeza el ranquin de masacres terroristas acaecidas en Europa y en la UE ése día ha pasado a ser la fecha en la que se rinde homenaje a todas las víctimas del terrorismo. Por eso, en uno de los actos que se celebraron este lunes en Madrid -el presidido por el Rey- estaban presentes varios representantes europeos y también el presidente Pedro Sánchez. Pero no Alberto Núñez Feijóo, el líder de la oposición, porque según ha explicado él mismo no había sido invitado. ¿Por qué?

La Moncloa no ha dado explicaciones pero es fácil incluir este episodio de ninguneo en el contexto de la polarización inducida y fomentada que en la actualidad es seña indeseable de la vida política española. Polarización cainita en la que chapotea con satisfacción una parte de nuestra clase política. Si ni siquiera en recuerdo y homenaje a las 192 personas que hace veinte años fueron alevosamente asesinadas la clase política no es capaz de desterrar el rencor que impregna la vida política española es evidente que tenemos un problema. Y no es menor.