Paisajista de la A-6

Sandra Segovia
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El segoviano Fernando Nájera diseña jardines desde Madrid hasta Arévalo, incluyendo Segovia o Guadalajara · Revela que desde su estudio se mueven por el respeto al medio natural y el amor al campo

Paisajista de la A-6

«Los jardines están vivos y han de ser vividos». Esa es la opinión del paisajista segoviano Fernando Nájera, quien define un jardín como «una prolongación de tu hogar en la que has traído la naturaleza».
Nájera es graduado en Arqueología, pero su pasión por los jardines, heredada de su familia que se dedicaba a cuidar el monte en Nava de la Asunción, le animó a emprender su negocio como paisajista. Su estudio se encuentra en Las Rozas (Madrid), pero además de en la capital española también realiza trabajos en Segovia, Ávila y Guadalajara, por lo que le gusta considerarse como el 'Paisajista de la A-6'. «Decidí asentarme en Las Rozas porque tengo muchos clientes a los dos lados de la sierra de Guadarrama, y por facilidad hay más clientes en la parte de Madrid que en la de Segovia», explica.

Nájera revela que a raíz de la pandemia ha visto mucho dos tipos de personas: los que tenían jardines que los ha querido arreglar «porque se han dado cuenta que sin poder salir de casa el único contacto que tenían con el medio ambiente ha sido su propio jardín» y luego los que se han ido del centro de la ciudad a una parcela a las afueras y se han hecho un jardín. «Recuerdo unos clientes del año pasado que eran de Madrid y se fueron a pasar la pandemia a Domingo García y han arreglado el jardín bastante más que la casa. Su inversión principal fue destinada al jardín».

Además, indica que actualmente la gente que ha tomado conciencia tras la pandemia pone mucho más interés en cuidar sus jardines, mientras que hay otra parte de la población «que lo ha entendido al revés y ha tomado la idea de que un espacio exterior es un jardín, y eso no es así». «Quiero decir que si tú a una terraza la pones baldosas, césped artificial y dos plantas de mentira eso no es un jardín, y muchas casas o terrazas nuevas se hacen con ese planteamiento».

En cuanto a los beneficios de tener y cuidar un jardín, el paisajista segoviano revela que facilita la predisposición a moverse. «Es cierto que al ser una actividad física de baja intensidad, lo puede practicar gente muy mayor. Probablemente una de las últimas actividades físicas que hace un ser humano es cuidar de sus florecillas del balcón. Es algo muy habitual», explica. A esto se suma sentir el sol o el aire, además de contribuir a descargar la vista en el exterior. Pero también aporta beneficios emocionales. «Ver un jardín bonito en primavera creo que le sube el ánimo a cualquiera, por eso cada vez se emplea más en hospitales y centros de recuperación para que los pacientes puedan desconectar de la rutina médica». 

Según Nájera, hay tres condicionantes que influyen a la hora de crear un jardín: los gustos, el clima y el suelo. 

En cuanto a los gustos, dependen del cliente, pero el clima y el suelo obedecen a la zona en la que se ubique el jardín. «Segovia es una provincia con dos o tres climas muy marcados, y nada tiene que ver un jardín de pie de sierra con uno de Coca o con uno de Pedraza. En lo que se refiere al suelo, también hay que tenerlo muy en cuenta, y hay fijarse en lo que hay en el entorno. Si ves que hay una serie de especies, hay que aprovecharlo porque sabes que esa planta va a reaccionar bien a las condiciones climatológicas».

Tradición. El paisajista segoviano revela que España tiene una tradición jardinera de alto nivel. «La aristocracia y la realeza tiene una tradición de las mejores del mundo, pero el pueblo llano si lo tuvo lo ha perdido», indica. Y es que hay algunos ejemplos de jardinería popular que se han perdido en los últimos 50 años. «Todos los pueblos de Castilla tenían su olma, y cuando llegó la grafiosis quitaron el olmo porque se secó, pero no los repusieron. No ha habido ninguna intención de reponer ese conato de verde en mitad del pueblo. Y esto ha pasado con muchas cosas, como con la tradición de tener macetas en las ventanas o balcones.Hoy en día estamos mucho peor en este sentido, hay que tener en cuenta que los abuelos de los que ahora no hacen jardines, sí los tenían. Y ese verde popular ya no existe». 

Nájera destaca que en uno de los artículos del catastro sobre la toponimia vegetal leyó que muchos de los nombres de los municipios eran derivados de plantas. «Zarzuela es porque había zarzas; Marazuela por las zarzamoras y los morales, en alusión al fruto de la zarza, etc», entre ellos también se pueden encontrar topónimos de otras especies como La Salceda porque había un sauce o  Rebollo por un roble.