La cruz caída de Valsaín

Sergio Arribas
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El dictador se adentró en el monte, eligió el enebro y ordenó su tala. ¿La cruz del Altar Mayor del Valle de los Caídos es de madera de Valsaín?. Unos autores lo ven posible. Otros tachan la teoría de «milonga».

En enero de 1940, Franco y el general Moscardó ‘escalaron’ juntos el cerro pedregoso conocido como el Risco de la Nava. Acompañado por el ‘héroe’ en la defensa del Alcázar de Toledo, el generalísimo eligió esta zona de la Sierra de Guadarrama para construir el Valle de los Caídos, el colosal monumento y mausoleo en honor a los fallecidos «de la Gloriosa Cruzada Nacional». Lo eligió personalmente el dictador, que también supervisó de forma  directa —y con frecuencia— las obras del monumento, que se prolongaron 19 años. El caudillo también eligió y encargó las esculturas que adornan el complejo, tanto las que están en la base de la cruz de piedra, de 150 metros de altura, como las de la fachada de la Basílica. De esta manera, «aunque se exhumen sus restos y se trasladen al cementerio de El Pardo, donde está enterrada su mujer, el Valle de los Caídos siempre conservará la huella de Francisco Franco. Es imborrable»,  sostiene la periodista Victoria Prego.

En esta obsesión del caudillo por vigilar cada detalle de una «obra» que consideraba como propia, también se le atribuye la elección del enebro que, convertido en una  cruz, preside el Altar Mayor del Valle de los Caídos. La escena es fácil de imaginar: Franco, adentrándose en el monte, acompañado de Moscadó, junto con un séquito de militares uniformados, hasta elegir el mejor árbol con el que ‘fabricar’ la cruz que soportaría la talla del Cristo, obra del escultor vasco Julio Beobide. No hay constancia documental, aunque una de las teorías que manejan los investigadores es que Franco quiso que la madera procediera de los montes de Valsaín.

Así se refleja en el libro ‘La vida secreta del Franco’, en el que sus autores, David Zurdo y Ángel Gutiérrez, hacen referencia a la tala de este enebro como un episodio más que abunda en las «extrañas creencias» del dictador, «incluidas las esotéricas». Zurdo, en declaraciones a El Día de Segovia, explica que existen «sospechas» de que el enebro, poco labrado, al que se dió forma de cruz, situado en elAltar Mayor del Valle de los Caídos «lo taló Franco en persona» o, al menos, «con toda seguridad, se hizo en su presencia». 

«No está confirmado, aunque se sospecha que procede de Valsaín, del bosque de Riofrío o que [el generalísimo] lo talase en el propio Risco de la Nava». Sea desde Segovia o desde La Nava, de lo que sí hay constancia, es de que el árbol se condujo a la capilla del Palacio del Pardo, donde se le dió la forma de cruz y se le colocó la talla del Cristo de Beobide. Según las instrucciones precisas de Franco, el conjunto se instaló después en el Altar Mayor de la basílica el 16 de abril de 1956. El generalísimo acudió con su esposa al Valle ese mismo día, a la hora del crepúsculo. Fue, además, la primera ocasión en que se encendía la iluminación nocturna de la Santa Cruz.

«El Valle de los Caídos está lleno de símbolos esotéricos y no parece casualidad que eligiera una madera de enebro, un árbol que se considera sagrado desde tradiciones muy antiguas, desde el budismo hasta Egipto, pasando por los antiguos pueblos europeos, que creían que era un escudo contra las energía del mal y los malos espíritus», sostiene Zurdo, que actualmente colabora en el programa ‘Otros Mundos’, de Javier Sierra, en #0 de Movistar. ¿Es creíble que Franco lo talara en Valsaín o Riofrío?. Zurdo opta por la prudencia e insiste en que existen tres versiones de la procedencia del árbol, aunque sí considera «creíble» que el generalísimo participara en la tala tras su elección. «El propio lugar donde se erigió el Valle de los Caídos lo eligió personalmente, no preguntó a nadie y siempre estuvo muy pendiente de todo el proceso. No me parece imposible», explica el investigador. A su juicio, la elección del enebro, un árbol «muy simbólico»,  reitera, «no parece una casualidad», como tampoco, añade Zurdo, «que el risco donde se erigió el monumento tuviera forma piramidal o que al altar mayor tenga forma circular, lo que no es habitual en las creencias cristianas, o que se construyera en el complejo una gruta, lo que recuerda a tradiciones clásicas que hablan de grandes sabios que descubrieron en ellas su camino». 

«Hay cuestiones sorprendentes sobre Franco. Y no me lo contó alguien sospechoso de ser antifranquista, sino el párroco de la iglesia de El Pardo. Cuando Franco era joven le llamaban el general sin misas y sin mises, porque no era ni muy religioso ni muy mujeriego. Lo primero no cuadra mucho con el nacional-catolicismo que implantó en España», añade Zurdo, que insiste en las «extrañas creencias» del dictador, al que considera un hombre «de filias y fobias». En su argumentación, el periodista comenta que además de introducir «símbolos esotéricos» en el Valle de los Caídos, Franco se rodeó de una guardia mora con fines protectores relacionados con la tradición islámica, intentó ser aceptado en la masonería al menos en una ocasión, trajo a España el mayor templo egipcio que hay fuera de Egipto — Templo de Debod— y eligió un enebro para presidir el altar de la obra monumental de su ‘Cruzada Nacional’.

El cronista oficial del Real Sitio de San Ildefonso, Eduardo Juárez, pone en duda que el enebro del Valle de los Caídos proceda de Valsaín. «Me parece extraño. Enebros en Valsaín y Real Sitio solo hay en zonas muy determinadas. Es un árbol que precisa de suelo básico. En los montes, en las zonas más de sierra, donde el suelo es ácido, sabinas y enebros no pueden crecer», afirma. Juárez sostiene que, a finales del siglo XVIII, se acondicionó como plantel la llamada ‘Huerta del Venado’, para que continuara la producción de plantas para los jardines del Palacio, un espacio de suelo básico donde crecieron algunas sabinas y enebros, aunque descarta que Franco eligiera de allí algún ejemplar para llevarlo al Valle de los Caídos. «Creo que son todo milongas. Que viniera a Valsaín a talar un enebro, pues no parece creíble», añade Juárez.

Lo que sí se llevó Franco al Valle de los Caídos fueron unos tapices procedentes del Palacio Real de La Granja. Eran tapices que recreaban escenas correlativas al Apocalipsis de San Juan, que el dictador mandó trasladar desde La Granja y colocar en los espacios entre las capillas laterales de la nave central de la cripta. Con el tiempo, la humedad amenazó su deterioro. «Fueron devueltos y sustituidos por unas copias», explica Zurdo.