Rafael Monje

DE SIETE EN SIETE

Rafael Monje

Periodista


La Lotería, bálsamo en la tormenta

20/12/2023

A pesar del enraizado ambiente político que vive España y el enfrentamiento que preside las relaciones entre Gobierno y oposición, España es un país de costumbres y quizá sea lo mejor que nos pueda suceder en este tramo final del año. Una de esas tradiciones, muy arraigada desde hace décadas, es el popular sorteo del 22 de diciembre, una fecha a caballo entre la ilusión, la aceptación a regañadientes de nuestra suerte y el consuelo que significa invocar la salud ante el infortunio material.

La Lotería Nacional en España se remonta al siglo XVIII y fue en 1962 cuando se televisó el primer sorteo con motivo de las fiestas navideñas. En la actualidad se apuestan en torno a 3.200 millones, de los que se reparten 2.590 en premios. De los 185 millones de décimos que se distribuyen a lo largo y ancho de la geografía española, no todos se venden, lo que siempre beneficia a la 'banca', o sea, al Estado, que sin quererlo o no es realmente el mayor agraciado. Ya saben, además, que la Hacienda pública se reserva el peaje que supone el cobro por el impuesto derivado de la obtención del propio premio. Así que juega siempre a caballo ganador. Quizá debería arbitrarse un sistema más equitativo, de tal manera que solo se disputara la recompensa por los billetes finalmente vendidos.

Resulta curioso como la España más vaciada y provincias como Soria, Teruel o Cuenca lideran de forma habitual el ranking de las que más confían en la suerte de la lotería de Navidad, hasta el punto de que sus respectivos habitantes invierten más de lo que se gasta por persona en las grandes capitales, caso de Madrid, Barcelona o Valencia.

Al margen de lo estrictamente numérico y económico, hay que reconocer que la lotería del 22 de diciembre es todo un acontecimiento que no conoce fronteras y que, muy al contrario, nos une a todos los españoles por encima de las profundas diferencias que presiden este tiempo convulso de la denominada 'nueva política'. Lo malo es que en los bombos gigantes no se introduzca ni una bola con el rótulo de diálogo, entendimiento o concordia.

¡Que Dios reparta suerte!