No es 'veroño' a gusto de todos: "Venderíamos un 100% más"

Nacho Sáez
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El sector hostelero celebra el calor atípico de estos días mientras que otros esperan ansiosos la llegada del frío.

Viandantes en la plaza de Artillería. - Foto: Rosa Blanco

Comida en la piscina un 1 de octubre es un plan atípico hasta en Sudamérica, que acaba de comenzar su primavera. «¿Quién se apunta?», fue el mensaje que corrió en grupos de Whatsapp de familiares y amigos el pasado fin de semana, marcado por unas temperaturas más propias de julio o agosto que de octubre. Aunque los ayuntamientos no se han sumado todavía, comienza a ser tendencia entre quienes las tienen cerrar la piscina en octubre y no en septiembre.

Consecuencia del cambio climático y un acierto a la vista del 'veroño' en el que se encuentra inmersa España, que ha batido su récord de calor desde que hay registros (38,2 grados en la localidad cordobesa de Montoro). Segovia también ha pulverizado los datos históricos después de que los termómetros llegaran a marcar 30,3 grados el pasado domingo. Para gozo de algunos y tristeza de otros.

Este pasado lunes, ya en pleno curso escolar, las terrazas de los bares y restaurantes de la Plaza Mayor estaban repletas sobre las nueve de la noche. «De hacer buen tiempo a hacer mal tiempo hablamos de que nuestra facturación se mueve entre un 50 y un 70 por ciento arriba o abajo», señala el presidente de la Asociación de Alojamientos, Hostelería y Turismo de Segovia (Hotuse), Jesús Castellanos. Septiembre y octubre tienen ventajas además respecto al verano a la hora de atraer visitantes. «A diferencia de agosto ahora todo el mundo está en Madrid y se mueve por el interior. De hecho el Puente del Pilar es el más fuerte del año para nosotros. Si hace bueno, doblamos el número de clientes», destaca Castellanos.

No es 'veroño' a gusto de todos'No es 'veroño' a gusto de todos' - Foto: Rosa Blanco

El presidente de la Federación Empresarial Segoviana, Andrés Ortega, remarca las repercusiones positivas para el sector hostelero y descarta que haya alarma. «Lo estuvimos hablando ayer (por el martes) en la entrega de los premios CEOE Castilla y León que se celebró en Salamanca y, a nivel de empresas, no hay una preocupación. Salvo en algunas 'agros' pero por lo que significa o está significando ya el cambio climático», abunda.

Con el veranillo de San Miguel sube el turismo y sube el consumo de los segovianos en bares y restaurantes. «Si hace malo, a lo mejor tenemos 60 encargos en lugar de 80 o 90», apunta Francisco Javier Molpeceres, responsable del Mesón Los Arcos, uno de los más populares de Segovia en el servicio de paellas. El otro, San Marcos, asegura a través de su gerente, Nuria Gómez, que han tenido algún pedido más  en su establecimiento de la Carretera de Villacastín, «pero tampoco ha sido espectacular». «En San Marcos sí que hemos trabajado muy bien. Con el calor la gente está más en la calle», afirma Gómez.

También se ha alargado la temporada de barbacoas, incluso más propicias ahora ya sin el riesgo extremo de incendios forestales. «No ha sido exagerado pero en el último fin de semana de septiembre hemos tenido algo más [de trabajo] de lo normal para esta época del año. A nuestros productos les acompaña mejor el buen tiempo, que también es fundamental para que venga más gente de Madrid», subraya el gerente de la tienda de embutidos y jamones La Venta Tabanera, José Manuel Castro.

No es 'veroño' a gusto de todos'No es 'veroño' a gusto de todos'

Pero no es 'veroño' a gusto de todos. La propia Venta Tabanera, productora de algunos de los artículos de alimentación que vende, acusa las altas temperaturas. «Tenemos unas máquinas de frío que sufren mucho. Hay más avería y más consumo», indica Castro. El problema de Ernesto González, gerente de la tienda de ropa La Dalia, es que apenas nadie abre la puerta de su comercio estos días. A la crisis que padece desde hace más de un año por la inflación se suma en este inicio de otoño la prolongación de las temperaturas de verano.

«Es un desastre. En septiembre todavía no porque está el tema de los colegios pero en octubre la gente sí que suele empezar a comprar ropa de abrigo porque ya hace fresco», comienza. En sus perchas se mezcla la ropa de invierno con la de verano. «Pero a estas alturas ya no vendo un solo pantalón corto», asevera, al tiempo que hace hincapié en cómo sus márgenes se acortan: «Ya casi nos juntamos con las rebajas». No obstante intenta adaptarse a las circunstancias. «Cada vez pido menos ropa de invierno invierno. El año pasado no empezó a hacer frío de verdad hasta enero. Vamos más hacia prendas de entretiempo», revela este comerciante.

El producto que vende Gloria Joka ofrece menos capacidad de maniobra. Como cada otoño, los puestos de castañas han vuelto a la avenida del Acueducto y la Calle Real. «De momento quienes nos compran son turistas y gente de la zona a la que le gusta mucho, mucho, mucho la castaña», explica esta vendedora, activa y sin síntomas de cansancio a pesar del calor que desprende el caldero que utilizan para asar las castañas, que se une a la elevada temperatura ambiental. «Si hubiéramos tenido unos días normales de octubre, a lo mejor habríamos vendido un 100 por ciento más. No queda otra que tener paciencia. Tenemos que ir abriendo para que la gente vea que estamos aquí. Los dos últimos años ya fue bastante caluroso el mes de octubre», se despide.

Por una vez el gran perjudicado no es el campo. «Es cierto que hace mucho calor pero ayuda al secado del girasol para empezar a cosechar, al madurado de la uva y también le viene bien a la gente que tiene forraje y le ha dado el último corte. También tenemos mucho brote de hierba, pero tampoco viene mal porque de lo que se trata es que, cuando labras el suelo tras el cultivo de verano, broten todas las semillas que tienes por encima. Y lo estamos consiguiendo», asevera el presidente de Unión de Campesinos (UCCL) en Segovia, César Acebes. Los efectos de este calor en el campo serán otros si se prolonga este episodio: «Entonces ya estaríamos hablando de que se empezaría a secar el terreno. De hecho hay en ciertas zonas en las que el terreno es más más fuerte que lo que llovió ya se está secando y cuesta labrar incluso. Si no lloviera, empezaríamos a hablar de un escenario completamente diferente porque no podríamos labrar en condiciones, se levantaría mucho terrón y, para preparar la sementera, sería un problema».