Javier Santamarina

LA LÍNEA GRIS

Javier Santamarina


The Flash

01/12/2023

En estos tiempos, es habitual encontrarse con listas de requisitos para alcanzar éxitos. Sería útil tener un kit sencillo sobre cualidades innatas del buen gobernante, la prosperidad o el modelo político. Cuando uno se adentra en el terreno de las personas, las cosas se complican de manera extraordinaria. Solemos pecar de ambiciosos y la prudencia se olvida con frecuencia.

La perfección es antinatural. Las sociedades no se definen por una eficiencia tayloriana sino por el sistema que menos daño hace y que dota de mayor libertad al individuo. Puede no tener mucho glamour, pero a largo plazo compensa.

Las ideologías totalitarias y el nacionalismo han hecho más pobres y han traído más muertos que cualquier religión. Suena duro, pero lo triste es que es cierto y lo saben incluso los que las defienden. Se dirá que fue un error de ejecución o de exceso de celo, cuando es más fácil reconocer que cuando quitas libertades las consecuencias son nefastas. Estados Unidos ha vivido una poderosa hegemonía económica- por la vitalidad de su sociedad- y la ausencia de guerras en su territorio.

Ser libre no es fácil porque requiere responsabilidad. Esto último no es frecuente ya que demasiada gente quiere negar la realidad que le desagrada. Recuerda a los sorprendidos economistas soviéticos y su incomprensión de por qué el modelo hacía aguas; solo el K.G.B. era consciente de la magnitud del problema.

Para dirigir a un país no es necesario saber idiomas o haber viajado, algunos lo han hecho mucho y no aprendieron nada. Lo que sí es indispensable es leer y estudiar a gente más inteligente que uno y, si te rodeas de ellos, entonces eres un estadista. Si ni siquiera se sabe quiénes fueron Clausewitz, Mahan, Liddell, Colin S. Grey, Andrew Marshall o MacKinder es mejor no ser ministro de defensa o presidente.

La acción de gobierno debe tener un destino final. El poder nunca puede ser un fin en sí mismo porque su propia dinámica es destructiva socialmente. Pero tampoco puede ser un derecho. Las nuevas generaciones se sienten abrumadas por análisis brutales y se niegan a madurar. La vida no consiste en alcanzar lo que deseas sino en aceptar con estoicismo lo que te corresponde.

Esta idea no defiende el inmovilismo sino que atempera el deseo. Los sueños no son un derecho tan solo una posibilidad. Creer que existe el cielo en la tierra y que somos buenos por naturaleza es de una profunda ingenuidad.