Un año para la esperanza

Berta Pinillos (EFE)
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Los resultados que se han visto este 2023 de dos prometedores fármacos son un punto de inflexión en la investigación de esta enfermedad después de dos décadas de fracasos

Los expertos consideran que será necesario un «cóctel» de medicamentos para hacer frente a esta alteración. - Foto: Europa Press

Después de dos décadas de oscuridad en el camino para encontrar un freno para el Alzhéimer, este año ha habido algo de luz y esperanza gracias a dos nuevos fármacos que han arrojado modestos, pero robustos resultados y que pueden suponer los primeros pasos para derrotar esta complicada enfermedad.

Expertos y pacientes coinciden en que 2023 podría ser un punto de inflexión en la investigación contra la patología. ¿Las razones? El fármaco lecanemab, aprobado ya por la Administración de Alimentos y Fármacos de Estados Unidos (FDA, en inglés) y el donanemab, cuyos buenos datos fueron presentados el pasado mes de julio en la Conferencia Internacional de Alzheimer, en Ámsterdam.

«El alzhéimer es un problema complejo y probablemente no habrá soluciones simples. Como con otras enfermedades, como el sida, no será un solo medicamento, sino que será un cóctel», vaticina el secretario del grupo de estudio de Conducta y Demencias de la Sociedad Española de Neurología (SEN), Pascual Sánchez.

La enfermedad, de la que ayer se conmemoró el día mundial, se caracteriza por la acumulación en el cerebro de dos tipos de proteínas: una de ellas es la beta-Amiloide, que se pliega mal y se acumula fuera de las células, formando una especie de placas; y la otra es la tau, que también se pliega mal y se almacena formando unas estructuras denominadas ovillos neurofibrilares dentro de las neuronas.

Para diagnosticar la enfermedad de Alzheimer, el cerebro tiene que sufrir estas dos lesiones. «Lo que llamamos demencia tipo alzhéimer es cuando acompañado de estas lesiones, el cerebro, por así decirlo, claudica y empieza a haber muerte neuronal, atrofia y eso se expresa con los síntomas cognitivos que conocemos. Lo más precoz son los problemas de memoria», señala Sánchez, quien además es director científico de la Fundación Cien (Centro de Investigación de Enfermedades Neurológicas) del Instituto de Salud Carlos III.

En la actualidad hay tratamientos sintomáticos, que no cambian el curso de la enfermedad, pero favorecen que las personas «de alguna manera puedan tener un mejor rendimiento cognitivo».

Los dos nuevos medicamentos han mostrado, con resultados a 18 meses, que retrasan el deterioro cognitivo comparado con los pacientes que no lo han probado. Resultados que tendrán que demostrarse más allá de este tiempo, pero parece que sí cambian el curso de la enfermedad en fases tempranas. «Esto es lo que andábamos buscando después de más de 20 años sin resultados positivos, de fracasos en los ensayos clínicos», dice Sánchez.

Estas terapias no están exentas de efectos secundarios. Según explica el experto de la SEN, en los ensayos se ha visto que un porcentaje de pacientes padecen una inflamación en el cerebro, pero la mayoría son síntomas leves. Solo en torno a un 2 por ciento sí ha tenido síntomas más serios.