Celia Cruz, el sabor del azúcar

J.Villahizán (SPC)
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'La Reina de la Salsa' nació para brillar y conquistar el mundo con su potente voz y vitalidad inagotable

Celia Cruz, el sabor del azúcar - Foto: EFE/DOMENECH CASTELLO/ARCHIVO

Era decir una palabra y la reacción del público era inmediata. El ¡azúcar! que exclamaba Celia Cruz en cada comienzo de sus actuaciones era una especie de invitación espontánea al baile que seducía a todo aquel que la oía. Era imposible no sentirse contagiado por el magnetismo de su poderosa voz y su arrolladora personalidad. Y es que La Reina de la Salsa era una artista que brillaba con luz propia, además de poseer una vitalidad inagotable. Hoy, 20 años después de su muerte, la maravillosa voz de Cruz y su extraordinario ¡azúcar! siguen resonando en la memoria colectiva de sus fans y seguidores, porque Celia era mucha Celia. 

Ciertamente, la Guarachera de Cuba, como le gustaba que la llamasen, será siempre recordada por aquellas actuaciones en directo en las que desplegaba todo la atracción de su torrente de voz y de su forma de ser y sentir la música. En sus conciertos era imposible no bailar y no sentirse contagiado por su inabarcable alegría. 

Canciones como ¡La Vida es un Carnaval!, Burundanga, Yo viviré y Cao Cao Maní Picao son algunos de los inolvidables himnos salseros que siguen brillando en el universo musical de una exitosa trayectoria que comenzó en los años 50 como vocalista de Sonora Matancera, una de las orquestas más punteras de la Cuba de Fulgencio Batista, y que alcanzó su punto más intenso tras el advenimiento de la revolución cubana, en 1959, y su exilio a Estados Unidos, donde se vinculó a artistas caribeños como Fania All-Stars. Fue allí donde la apodaron La Reina de la Salsa, género que surgió de la mezcla de ritmos cubanos, como la rumba y la guaracha.

De este modo, la artista se erigió como la imagen global del ritmo caribeño, no solo en Fania All-Stars sino también junto a grandes compositores como Tito Puente, Willie Colon o Johnny Pacheco, con los que bordó el género. Pero también estuvo abierta a nuevas y arriesgadas experiencias, tales como el rock o el tango, e incluso llegó a unir su voz a la de intérpretes tan dispares como el británico David Byrne, el rumbero Azuquita, el grupo Los Fabulosos Cadillacs o el rapero haitiano Wyclef Jean. 

Asimismo le gustaba improvisar junto a sus amigas Lola Flores y Gloria Estefan, o recitar soul y R&B acompañada de las estadounidenses Dionne Warwick o Patti LaBelle.

Su firma

La gran seña de identidad de Celia Cruz era su potente grito ¡azúcar!, una especie de contraseña de apertura y cierre de sus conciertos y la clave para hacerse entender en todo el mundo.

Una marca que Celia adoptó por casualidad tras una anécdota en un restaurante de Miami. La cantante esperaba su café cuando un camarero compatriota le preguntó si quería azúcar, así que ella le contestó: «¿Eres cubano y no sabes que nos gusta el azúcar?».

Posteriormente, en el mismo restaurante, la cantante hizo una presentación y fue reconocida por el mismo empleado, quien le gritó «¡azúcar!». A partir de ahí, comenzó a usar el término por todo el mundo como si fuera su firma personal.

Úrsula Hilaria Celia Caridad Cruz Alfonso, la eterna Celia Cruz, hija de un fogonero y una ama de casa, nació en La Habana en 1925 y murió el 16 de julio de 2003 en su casa en Fort Lee, en Nueva Jersey, a los 78 años a causa de un tumor cerebral sin solución.

Su funeral fue un llanto unánime de todo Estados Unidos como expresión de respeto a la Guarachera de Cuba, una mujer de bandera que se ganó la simpatía y el afecto de todos los que la conocieron en vida. También los cubanos de la isla, pese a la prohibición oficial que había pesado sobre su música durante más de 40 años, lamentaron la desaparición de la más grande embajadora musical de su país.