Guionista y ahora novelista

Nacho Sáez
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'Felices como bestias', la primera novela publicada por el segoviano Diego Pinillos, habla de referentes, de la construcción de una identidad y de una Segovia «de la que siempre quise huir y ahora no puedo parar de escribir».

Guionista y ahora novelista - Foto: Rosa Blanco

Escribir una novela puede ser terapéutico. A Diego Pinillos le ha servido para reconciliarse con Segovia. También para reivindicar a uno de sus referentes. Todo dando rienda suelta a una faceta que no era la suya al menos hasta ahora. Escribía pero guiones de cine. Bueno, y una novela que no se llegó a publicar. «Y que no se publicará jamás», señala sin aclarar las razones. Porque 'Felices como bestias' (AdN), la que sí que ha visto la luz, tiene alicientes antes siquiera de sumergirse en sus páginas y comprobar si la historia es buena y si está bien ejecutada.

Pinillos es graduado en Historia y licenciado en Guión por la Escuela de Cine y Audiovisual de Madrid. Como guionista ha trabajado en el departamento de desarrollo de productoras como Bambú  o The Good Mood y en el guión de series como 'Veneno' –con Los Javis– o 'By Ana Milán', pero también ha firmado cortometrajes seleccionados por festivales. Su novela habla sobre la búsqueda de la identidad. Tras quedarse sin trabajo, sin dinero y con el corazón roto, un escritor en ciernes decide abandonar Madrid y buscar refugio en su Segovia natal, de la que siempre había trayado de huir. Un día se encuentra con el fantasma de Jaime Gil de Biedma y descubre que la realidad y la literatura, la vida y los referentes, se entrecruzan y revelan la importancia de las huellas que otros dejaron antes que nosotros en el camino.

«Llevaba tiempo buscando un referente personal que tuviera que ver conmigo», explica Pinillos. «Porque en la adolescencia estaba fascinado por la figura de Oscar Wilde, pero Oscar Wilde al final es un irlandés del siglo XIX que vivía en Londres. En cambio, Gil de Biedma era un español de la posguerra con unas raíces castellanas muy fuertes que había escrito mucho sobre Segovia, que amaba esta tierra y que, como Oscar Wilde, era irónico, era elegante, tenía un conocimiento literario apabullante… Y hace como cinco o seis años empecé a obsesionarme con su figura».

Pinillos ha leído e investigado en profundidad sobre Gil de Biedma. «Lo que más me fascina de él son sus luces y sus sombras. Hay muchos poetas de los que solo ha quedado la luz de lo que conocemos de su vida privada. O una cosa nostálgica si han tenido un final trágico como Lorca o Machado. Gil de Biedma es una figura polémica pero porque tuvo que vivir una sexualidad de trinchera. No me quiero imaginar lo que tenía que ser el ser gay en los años cincuenta. Yo no he tenido las mismas circunstancias, está claro, pero yo lo he pasado mal por ser gay en una ciudad pequeña», revela. Él, como su personaje, huyó de Segovia, aunque la escapatoria no le liberó: «Vivía en Madrid desde los 19 años, pero no me atreví a experimentar hasta los 22 por el trauma que suponía darle la razón a todos los que me habían llamado maricón en Segovia».

Pero la novela no es su biografía. Se enmarca en el género de la autoficción, menospreciado durante décadas y premiado con el último Premio Nobel de Literatura en la persona de Annie Ernaux. «Yo creo que he construido un alter ego; no soy yo. Es decir, hay muchas experiencias, que yo he vivido pero hay otras muchas que no. Además, creo que el personaje también tiene un carácter que no es exactamente el mío. Tiene una personalidad más introvertida, que venía mejor para la novela. Me gusta mucho la ficción. Me gusta mucho construir dramas que no existen, liberar un poco la fantasía... En ese equilibrio es donde reside la clave. En contar muchas cosas de ti, pero no hacerlo desde ti sino desde otro personaje», remarca Pinillos, que en su obra también resucita a otros autores, como Antonio Machado, Terenci y Ana María Moix o los Goytisolo al mismo tiempo que recurre a iconos de su infancia.

«Las dos cosas que más escuchado en toda mi vida han sido el disco de de Antonio Machado de Joan Manuel Serrat y el disco de 'El viaje de Copperpot' de La Oreja de Van Gogh», continúa Pinillos. El primero era de mis padres y el segundo mío. Si estoy escribiendo una novela sobre la identidad, no tiene mucho sentido que el personaje simplemente esté obsesionado con Machado, Gil de Biedma o Lorca. La Oreja de Van Gogh marcó a toda una generación y en ese disco tiene una cosa interesantísima y es que destila nostalgia. Todas las canciones hablan desde ahí desde el desde he perdido algo». Él perdió su amor a Segovia. «Hay una canción muy buena de de Miss Caffeína en la que el cantante habla sobre Talavera de la Reina y dice: 'Hoy voy a perdonar, hoy voy a dejar de odiarte, voy a pensar que la culpa no fue tuya y perdonarte'. Está hablándole a su ciudad no? Yo creo que a mí me ha pasado un poco lo mismo. He echado las culpas a una ciudad porque no sabía a quién echárselas. A la sociedad, al país que deja unas zonas completamente vacías y las vacía de referentes, las vacía de diversidad», reflexiona.

Ahora ha vuelto a ver Segovia con otros ojos. «Es difícil vivir aquí, sobre todo a nivel laboral o de llevar una vida plena a nivel de identidad sexual. Pero es una ciudad preciosa, que acoge mucho que y que a mí me inspira. Me he pasado toda la vida queriendo huir de Segovia pero, cuando me he puesto a escribir, resulta que no podía parar debe escribir de Segovia. Y de Castilla porque me parece que se nos ha diluido un poco la identidad castellana en esta cosa de España. Mientras otras regiones las siguen manteniendo, nosotros hemos dejado que se licue completamente», se queja, aunque en su novela apunta que ese proceso es parte de la construcción de la identidad de uno. «Una de las obsesiones de Gil de Biedma es que el protagonista se dé cuenta de que el hombre con el que está es un hombre casado que no le va a querer. Que primero tiene que quererse a sí mismo. Yo creo que ese error también lo he cometido, pero al final caes en los mismos errores porque tienes que caer. Todos tenemos que haber fallado para construirnos y ser un poquito mejor», argumenta.

Como novelista también ha extraído aprendizajes de su primera obra. «Un guion y una novela son formatos diferentes pero los dos sirven para expresarse. Un guión es una herramienta para ser grabada, no es un producto estético y el estilo está muy marcado por el formato. Lo que me ha enseñado la novela sobre todo es que escribiendo realmente construyes una identidad. Es decir, te entiendes mucho más a ti», destaca.