El 'mundo flotante' de Japón en dos siglos

M.Galindo
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El Torreón de Lozoya alberga una exposición sobre uno de los periodos más atractivos y menos conocidos de la historia del país nipón, caracterizado por la búsqueda de la estética y el placer

Una de las piezas que puede verse en la muestra - Foto: Rosa Blanco

Sensualidad, hedonismo, pasión por la belleza… son algunas de las características de uno de los periodos de la historia de Japón menos conocidos pero a la vez más influyentes no sólo en el país nipón, sino en el arte y la cultura de occidente. Bajo el título 'Japón. Una historia de amor y guerra', la Fundación Torreón de Lozoya en colaboración con Caixa Bank abre este año su programación expositiva con una muestra en las salas del palacio en la que propone un viaje a través de un centenar de piezas que van desde la pintura a la escultura, pasando por las xilografías o elementos cotidianos de la vida en aquella época.

La muestra, comisariada por Rosa Perales, aborda a través de los ejemplos artísticos el devenir del conocido como "Periodo Edo" de la historia de Japón,  que abarcó desde 1603 a 1868. Durante esa época, el gobierno estuvo en manos una dinastía de comandantes militares o shogunes, pertenecientes a la familia Tokugawa, que ejercieron el poder sobre las bases de un férreo control de todos los ámbitos sociales, centralizado en la ciudad de Edo, la futura Tokio.

En este tiempo consiguieron unificar el país y así abrieron un larguísimo periodo de paz, estabilidad política y prosperidad donde  mermaron el poder de la nobleza militar (poniéndola al servicio burocrático del estado); favorecieron el comercio y el crecimiento de las ciudades; cerraron Japón a todo influjo extranjero, persiguiendo incluso al cristianismo; jerarquizaron la sociedad en clases muy determinadas, apoyados por el carácter conservador del confucianismo imperante (guerreros, nobles o samuráis, seguidos de campesinos, comerciantes y artesanos); propiciaron el consumo y favorecieron las artes.

La bonanza económica y la pujanza de las ciudades durante este periodo, llevó a la consolidación de l una clase urbana  denominada "chonin", en su mayoría comerciantes y artesanos con un gran poder económico  en cuyo entorno surgió una cultura alternativa a los cánones y modas oficiales, que acabaría por encarnar muchos de los aspectos del país nipón que todavía hoy  son más familiares y continúan despertando  admiración y curiosidad. Esa cultura nueva y contestataria, recibió el nombre de 'Ukiyo', literalmente 'mundo flotante'.

Perales destaca entre las piezas expuestas las famosas xilografías japonesas que revolucionaron el arte occidental en la segunda mitad del siglo XIX y que influenciaron corrientes artísticas como el impresionismo y a pintores como Degás; que plasmaron en la obra la sensibilidad oriental.

La mujer y la sexualidad, desde un nuevo prisma
A distintos tipos de mujeres se les dedica buena parte de la exposición. Así, se muestra una colección de las Bijin-ga o 'Imágenes de mujeres bonitas' son estampas dedicadas a la representación de los ideales femeninos del momento.
Por supuesto, menudean las representaciones de geishas, refinadas anfitrionas que eran artistas, bailarinas e intérpretes de instrumentos, vestidas con elegantes kimonos. y que, lejos de la creeencia occidental no se dedicaban a la prostitución. Tampoco faltan las cortesanas de las más diversas jerarquías e incluso una representación del género Shunga ('Imágenes de la primavera'), series de grabados que tienen a la práctica sexual como tema y que escaparon a las reiteradas prohibiciones impuestas por el estado.  Por otra parte, el universo del samurái tiene en esta época un cierto regusto nostálgico, puesto que el antiguo guerrero, que esta etapa domesticó para convertirlo en funcionario, no renuncia a exteriorizar su cuna y su autoridad a través de  armas y armaduras.
Otro de los hitos de la muestra es el universo teatral del 'Kabuki'; fruto de la nueva cultura chonin. El teatro fue la versión popular del aristocrático, oficial y hierático 'Teatro n?', surgido en el siglo XIV, inspirado eb las extravagantes exhibiciones de prostitutas y bailarinas de bajo rango y las trasgresiones de los samuráis sin señor (ronin). Sus actores se convirtieron en auténticos héroes de la calle y este género fue elevado a una de las expresiones más significativas del periodo Edo.