"Siempre que he sido creativa ha habido depredación en mi entorno"

M. Albilla (SPC)
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De niña con altas capacidades a escritora de éxito internacional, Sáenz de Urturi traza un paralelismo biográfico entre Ítaca, uno de los personajes principales de su nueva novela, y ella misma

"Siempre que he sido creativa ha habido depredación en mi entorno" - Foto: Sole Hafner

Kraken, el ya mítico personaje creado por la escritora vitoriana va de la mano en la trama de El Ángel de la Ciudad de su madre, Ítaca, la mujer que lleva escrito en el nombre su destino y con la que comparte protagonismo por las calles de una Venecia a las que la autora ha querido exprimir su magia.

El personaje de Ítaca ha ganado mucho peso en esta novela y, además, es que tiene mucho de usted.

El personaje de Ítaca nació ya grande. Ella es una delincuente que quiere dejar de serlo y es un baño de realidad porque no puede. Por eso la metáfora de la Venecia laberíntica de la que ella no puede salir, como de su profesión. Fue una niña con altas capacidades criada con ese objetivo, como se vio en El libro negro de las horas. Es un personaje un poco autobiográfico. Yo destacaba en todo cuando era niña, en música, tocando la guitarra; pintando al óleo, escribiendo… Era la pintora oficial de la familia y me tenían los veranos pintando cuadros de caza. Era un poco de explotación y he querido crear un poco ese paralelismo. Siempre que he sido creativa ha habido depredación en mi entorno. 

¿Después de libros de horas y cuadros, qué podría seguir falsificando Ítaca?

Todavía no me he parado a pensarlo... ¿Qué puede falsificar? ¡Desde bolsos como los chinos hasta... lo que quieras! 

Esta es la novela más personal de Kraken, en la que trata de aclarar su identidad. ¿Venecia es una metáfora del laberinto de la vida?

Sí, Unai tiene una cosa y es que no puede dejar un caso y si están implicados sus padres, es superior a él. Lo que pasa es que el precio que paga es muy alto. Y ese es su valor. Tiene una gran hamartia, que es el defecto fatal que decían los griegos. Es bueno, pero su bondad le lleva a la tragedia. Es un héroe trágico. 

Unai paga cara la verdad, a Ítaca le cuesta mucho la libertad y a Gael más aún la fidelidad...

Heminway decía que hay que matar a tus seres queridos en una novela... y justo esta noche pensaba en qué putada es lo de Gael, un tío tan joven que lo ha pasado tan mal con Ítaca, con su mujer, que muere en el parto de su segundo hijo... Un hombre joven con un chaval de cinco años y un bebé... Y que muera defendiendo a Unai... Qué putada de vida. Todavía hoy lo pienso porque los personajes a los que quieres siempre se quedan ahí. 

¿A quién más quiere?

Los Lonjevos siempre siguen ahí, después de 12 años y Leonor de Aquitania es muy buena mentora de vida. Era una gran política, una gran estratega, una tía muy fuerte y además tenía muchísima cintura. Toreó lo suficiente como para ser reina de Francia, irse con el peor enemigo de su esposo, ser reina de Inglaterra y, cuando se pone en contra del monarca inglés, volver a ser aliada de su ex, del que se había divorciado (en el año 1152), y que este acogiese a los hijos que había tenido con su enemigo. Eso es cintura. Es muy bueno tenerla en la cabeza. Muchas veces me pregunto en mi vida cómo resolvería ciertas situaciones Leonor de Aquitania. 

¿En el proceso de escritura existe un momento en el que te das cuenta de que todo cuadra, de que ya tienes la historia y que funcionará?

Yo necesito mucha planificación de la trama y las subtramas para saber que la historia va a funcionar. Lo importante no es tener el final desde el principio, sino por qué lo ha hecho. Eso es una buena novela y hay que planificarlo muy bien. ¿Por qué? Porque tienes que meter al sospechoso principal, el que el lector avezado diga 'tiene que ser este', al menos evidente y al asesino de verdad. Y todo eso en los primeros capítulos. Todo eso, o lo planificas, o no funciona. Esto es pico y pala. 

¿Venecia ha sido una ciudad con magia a la hora de escribir?

He buscado la magia. He buscado la parte artística, obviamente, la parte bella, la parte oculta y la parte que le diera tono a la novela. Todas las novelas tienen una energía particular y aquí quería canalizarla por esta ciudad porque me venía genial. Tiene museos, galerías, callejuelas... 

¿Tenía contacto anterior con la ciudad o llegó a ella ex profeso para el libro?

Tengo vinculación con Italia desde hace muchos años porque fui voluntaria en la oenegé del Sevicio Civile Internacionale (SCI) y estuve en un campo de trabajo en Milán y de ahí hice muchos amigos italianos con los que he tenido contacto estos 30 años. Por eso he venido muchas veces a Milán, Florencia, Roma y, claro, también a Venecia. 

En 2021 ya empecé a viajar más específicamente para esta novela y para ir buscando documentación y bibliografía concreta de etnografía veneciana. También me hice con muchos libros de fotografía de mansiones y de palazzos por dentro para poder describir bien los escenarios. Desde la cocina de la casa de Ítaca hasta el salón del palacio de la isla Santa Cristina son espacios que existen en realidad.

Hace ya casi 10 años que se dedica a escribir en exclusiva, pero deja detalles en sus textos de su profesión de óptica. ¿Qué tiene que ver esta con la literatura?

La óptica y la literatura tienen que ver porque haces ver mejor. Cuando eres óptico entregas un objeto mágico que es la gafa y esa persona puede enfocar y ver mejor. Con la novela pasa lo mimo. Tú estás entregando un objeto mágico que es el libro y haces que una persona vea mejor el tema que tú estás tratando. Estás haciendo enfocar la realidad en ambos casos.