Tattoos para la autoestima

A.M.
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Mujeres mastectomizadas y con reconstrucción mamaria culminan el proceso de recuperación psicológica del cáncer tatuándose el pezón o recubriendo sus cicatrices con flores

Josefina Pérez, Ana Marcos y Javier de Arriba García-Loygorri - Foto: Rosa Blanco

Javier de Arriba García-Loygorri, que lleva ocho años tatuando, cuatro de ellos en su propio estudio, se emociona cada vez que tiene que trabajar en dar color a una piel arrasada por las consecuencias de un cáncer de mama y sembrada de cicatrices tras una reconstrucción.

 Su trabajo son ‘tattoos’ terapéuticos porque, según el testimonio de quien se ha puesto en sus manos, a estas mujeres les sube la autoestima al ver su cuerpo en el espejo, al que antes solo miraban de reojo, como no queriendo verlo, tiene un efecto psicológico importante porque lo conciben como el final de un proceso largo y difícil por el que han tenido que pasar y que ahora se cierra tras recuperar los pezones y areolas o cubriendo los surcos de la cirugía con flores de colores, perfiladas con una máquina que maneja con sus manos este ilustrador de la piel, de 32 años. La emoción es mutua, al final de la sesión, ambos lloran.  

Josefina Pérez Miguelañez, de 60 años, mastectomizada hace quince, tras operaciones y micropigmentación, que se termina borrando, señala que prefirió verse de otra forma «porque te llega a afectar psicológicamente cuanto te miras al espejo, aunque solo sea de reojo, después [de los tatuajes] te da un impulso importante de bienestar de vida».  

Cuando se confirma un cáncer de mama y a una mujer le cae encima el resultado de las pruebas se produce un trauma psicológico importante. Después, en opinión de Josefina Pérez «vas asumiendo cosas para pode tener un bienestar de vida, hasta que te ves recompuesta de alguna manera hay que pasar por más operaciones de reconstrucción, atreverte a ellas, que eso también es otro trance, tras haber superado el cáncer de alguna manera».

Había conocido a Javier de Arriba a través de su hija,  a quien una amiga le comentó que realizaba este tipo de trabajo,  acudió a verle, siempre en un entorno de trato agradable y cómodo, reconoce: «Es difícil que te hagan un relieve de un pezón, incluso tenerle, aunque te hacen operaciones no llegan a ese volumen,  la sensación que tengo ahora mismo con los dos es muy buena, estoy muy contenta, está todo bastante asentado, no solo por lo que me dicen sino,  ante todo,  en cómo me siento yo». 

Esta mujer asume lo que le falta pero ahora reconoce, por ejemplo, que se siente mejor a la hora de ir a un gimnasio, «donde te quitas prendas y, de alguna manera no te escondes, te cambias más libremente, te sientes más completa, es un cambio psicológico (...?) yo siento cómo soy, lo que soy, me puede faltar lo que me falta pero lo admito, he llegado a esa reconstrucción y el punto final es poner el pezón, el tatuaje, psicológicamente influye para estar mejor».  

Ana Marcos, 56 años, operada con 45, con una mastectomía bilateral,  afirma que «de mirarte al espejo y ver todo tu pecho lleno de cicatrices a observarlo de esta manera [sembrado de flores] es como de pasar de cero a  cien, estoy encantada,  si no te gusta un vestido no te lo vuelves a poner pero es que es tu cuerpo, te miras todos los días al espejo, y lo tienes ahí, ahora es muy bonito verlo decorado».  

Después de la cirugía, reconoce Marcos, que también probó con la micropigmentación –no se hace cargo de ella la sanidad pública– pero solo le duró tres años. Las cicatrices le afectan psicológicamente: «La gente se fija mucho, a la hora de ir a comprar ropa te influye porque antes te moldeabas el pecho, ahora es lo que te compras si te queda bien pues vale...; lo tienes que ir asimilando poco a poco, mi autoestima está mejor, ahora puedo ir a la playa y ponerme en topless y no me dirán ‘mira esa está operada del pecho’, como ya he oído, ha sido un paso importantísimo». 

Como Josefina, Marcos admite estar encantada porque, en su opinión, «es mirarte al espejo y sentirte bien, guapa, aunque sabes lo que tienes, pero es diferente verte el pecho de una forma a que esté bonito,  con unos dibujos elegantes, en mi casa estamos todos encantados».  También ambas coinciden en la labor que realiza Javier de Arriba, además de forma totalmente altruista, no cobra su trabajo con estas mujeres mastectomizadas. Ana Marcos sostiene que «es una persona que nos hace un favor muy grande, si conocen a alguien [que quiere recibir información al respecto] yo les informo, no tengo problema».

El mundo del tatuaje ha cambiado, asegura Javier de Arriba García-Loygorri, que mantiene una línea de tatuaje tradicional, custom, personalizado, el perfil es muy amplio, desde los 17 a los 72 años, edad de una de las últimas personas que pasaron por su estudio, no hay distinciones, tampoco por ideologías o clases sociales. 

En este caso, el trabajo le llena el espíritu,  reconoce mientras valora la confianza de estas mujeres tras trazar un perfil de sí mismo: «Vienen y ven a una persona con rastas, rapado, cuando nunca se han hecho un tatuaje,  que se tengan que desnudar,  hacerlo es un proceso muy emotivo y respetuoso, la conexión entre ellas y yo es brutal, cuando conseguimos un diseño, cuando terminamos, ellas se emocionan y me lo transmiten, acabamos llorando los dos». Ha realizado ya estos tatuajes a seis mujeres en sesiones de dos o tres mañanas, siempre «después de hablar mucho con ellas, tener mucho tacto, echarle valor porque te encuentras con operaciones que han sido agresivas, que estén tranquilas es muy importante». 

Subraya que no quiere ganar dinero con este trabajo, sino «que se sientan bien ellas y saber que estoy ayudando a personas que lo necesitan para que se vean simétricas y guapas, les hace feliz, dicen ‘ya se han curado las cicatrices’,  ahora me puedo poner algo bonito que cuando esté desnuda esté contenta conmigo misma, que me vea guapa...»,  admite mientras califica a estas mujeres de «valientes, se lo luchan muchísimo, son unas genios, con todo lo mal que lo han pasado, son alegres y felices, qué mejor que hacerles un poco más, personalmente me llena el espíritu, me voy a casa con dinero y me voy con ansiedad, y hacer esto gratis supone estar bien un día de mi vida, eso vale más que todo lo que pueda ganar».  

La primera vez que realizó este tipo de trabajo pensaba cobrarlo pero, a medida que avanzaba,  pensó que no tenía precio, que debíaser un regalo para estas mujeres,  para que se sientan felices, «fue pura casualidad».

 

«La estética es importante,  pero antes me importó la vida»  

La médica Concepción Manrique, secretaria de la Asociación Española contra el Cáncer (AECC) en Segovia,  habla desde la experiencia tras ser operada de cáncer de mama, hace 20 años:  «Fundamentalmente es cerrar un ciclo,  me hicieron una mastectomía radical,  ahora se hacen muchas menos, la medicina ha avanzado mucho; a los cuatro años me hice la reconstrucción de la mama y la impresión que tienes es que falta algo, estoy encantada, me quedó una cirugía fantástica, me quitaron parte de la grasa de la tripa, pero tienes una mama que no es igual que la otra, no va a ser nunca igual, hacerme la micropigmentación, la areola y el pezón, fue el cierre del ciclo, no me puedo olvidar del cáncer, esa mama no es igual que la otra, las revisiones las tienes que seguir pasando, pero a nivel estético supone decir:  ¡Ya está hecho todo, [tema] cerrado!».  Manrique, también secretaria general del Colegio de Médicos de Segovia, reconoce que lo que le preocupaba ante todo «era la supervivencia, mi cáncer era de los peores, pero me imagino que a las mujeres, por lo que hablas con ellas, la estética sí les preocupa, no es agradable verte sin una mama y luego sin algo que tiene su importancia a nivel estético (...) pero la mama es un órgano muy importante para la mujer, no sólo físico y erótico, sino que tiene una función muy importante como la lactancia, es duro verte que te falta una parte muy importante, aparte de que hay mujeres que se sienten rechazadas por su pareja».  

Añade que la reconstrucción estética «a nivel psicológico es fundamental porque se encuentran más a gusto y completas, no les falta nada». Ahora, en opinión de esta médica, quien admite que no ha tenido afectación psicológica ni por el cáncer ni por los cuatro años que ha estado sin verse día a día sin una mama, hay mujeres que salen del quirófano con la reconstrucción hecha. Asimismo llama la atención sobre el linfedema,  una patología que tiene mucha importancia y limita la capacidad de trabajo de la mujer al tratarse de un efecto secundario que se origina cuando quitan los ganglios de la axila a aquellas que operan de un cáncer de mama. Aunque no es exclusivo porque también puede afectar a quien operan de un cáncer de colon y le quitan los la ingle. La inflamación del brazo produce limitaciones a nivel laboral en algunas mujeres, ahora se opera, como fue su caso, a través de la sanidad pública, pero en Barcelona, porque en esta Comunidad no se hace. 

 

«La mujer debe disponer de información»

Emilia Cierlitzka,  psicóloga de la Asociación Española contra el Cáncer (AECC) en Segovia,  parte de la importancia que supone que cada mujer disponga de información individualizada y comprensible sobre las consecuencias físicas y psicológicas de la reconstrucción mamaria, antes de tomar una decisión sobre la operación, facilitada por el personal sanitario o el equipo multidisciplinar que le lleva.  

Que se les aporte material fotográfico de los resultados de los diferentes procedimientos quirúrgicos, involucrándolas en tomar la decisión y si quiere una reconstrucción mamaria con tatuaje o tras un injerto, «con cuanta más información disponga menos miedos van a tener y la decisión va a ser más acertada», matiza. Según esta profesional, desde el punto de vista científico, «la reconstrucción de mama no es la panacea universal para las consecuencias emocionales y psicológicas de la mastectomía, se hace sobre todo necesario tener en cuenta dos cuestiones específicas, las expectativas que mueven a una mujer para tomar la decisión de realizar una cirugía reparadora y el nivel de satisfacción con el proceso realizado».  

De ahí que haya mujeres que opten por la reconstrucción mamaria porque no quieren utilizar prótesis externa de mama y beneficiarse de diferentes usos de ropa, aunque también está la cuestión relacionada con la integridad corporal: «No estar mutilada por la mastectomía, sentirse femenina de nuevo, más equilibrada, les ayuda a olvidar que son víctimas de un cáncer y a mantener la salud emocional», admite Cierlitzka.

Según la psicóloga, la  mastectomía afecta a muchas mujeres que padecen cáncer de mama, pero no en todos los casos. Subraya que saben que «el pecho es símbolo de feminidad o maternidad, al final estas mujeres necesitan prepararse y adaptarse a estos cambios, sin duda, repercute en su estado de ánimo, autoestima y forma de relacionarse con los demás, es importante si es joven, tiene pareja y relaciones, dando más importancia a la reconstrucción».

Cierlitzka  valora el papel que realiza en el seno de la asociación la médica Concepción Manrique que aclara dudas a muchas mujeres y les muestra información visual, porque, insiste, «hay muchas veces que no llega esta información y ponemos en marcha la fantasía y pensamos cómo será, pero hay que decir cómo va a ser y explicar».