Un club selecto dentro de los BIC

P. Velasco
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En Castilla y León hay trece manifestaciones o expresiones culturales que han alcanzado la categoría de Bien de Interés Cultural. La próxima en sumarse será la Suerte de Pinos

Uno de los harramachos de Navalacruz, una de las mascaradas que se celebran en la provincia de Ávila. - Foto: Ical

El Infante Don Juan Manuel ya describía en el 'Libro de la caza', escrito hacia 1325, los pormenores de la práctica de la cetrería en Castilla y León. Una referencia más que suficiente para ser conscientes de la influencia que esta actividad cinegética ha tenido en nuestra Comunidad y que deja fuera de todas dudas que, al igual que está reconocida por la Unesco como Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad, Castilla y León debía proteger sus más de cuatro mil años de historia. De esta forma, la cetrería paso a convertirse en la primera actividad transmitida de generación en generación reconocida con la figura de Bien de Interés Cultural de carácter inmaterial en noviembre de 2011. Desde entonces otras doce se han unido a este selecto club dentro de los BIC y del que forman parte también fiestas, espacios naturales o prácticas ancestrales. El próximo en sumarse será probablemente la Suerte de Pinos, que reconoce una forma de gestionar los recursos forestales.

Desde la Consejería de Cultura, Turismo y Deporte afirman que su objetivo es «reconocer progresivamente, valorar y salvaguardar en su diversidad, multiplicidad de significados, complejidad y transversalidad el patrimonio cultural inmaterial de Castilla y León». Dentro de este reto se presta especial atención al reconocimiento de las manifestaciones y expresiones culturales inmateriales que se consideran más relevantes, «a la difusión y promoción de sus valores, al diagnóstico de su vitalidad y continuidad y a su transmisión y salvaguarda». Las mismas fuentes destacaron que estos BIC de carácter inmaterial son «patrimonio vivo y dinámico, que los ciudadanos de Castilla y León interiorizan como parte de su identidad y que comparten con otros vecinos».

Precisamente, dentro de esa transmisión se engloban varios de los expedientes que han visto la luz en los últimos años. Esto ha ocurrido con las mascaradas, cuyos trámites se iniciaron en 2021 pero que no logró su declaración definitiva hasta 2023. De esta forma se reconocía un conjunto de manifestaciones y rituales festivos que se celebran en pequeñas comunidades rurales de Castilla y León, y en las que la máscara se configura como elemento central e identificador de un personaje ritual que interviene en distintas representaciones de carácter teatral, interactuando con otros personajes y con los vecinos y visitantes. Pero las mascaradas no ha sido la única de esta legislatura que se ha reconocido como BIC de carácter inmaterial, un catálogo donde también se incluyen la Mojonera de Brañosera y el Valle de los Redondos en las localidades palentinas de San Juan de Redondo y Santa María de Redondo, y el bordado popular salmantino en la Sierra de Francia.

Con esta declaración como BIC, como señalan desde la Consejería de Cultura, se debe intentar alcanzar «el equilibrio entre la preservación y el uso, la continuidad y la creatividad, la protección y el dinamismo cultural, y entre lo material e inmaterial». «No se debe olvidar que se trata de un patrimonio evolutivo y compartido, ni obviar el papel de la sociedad que lo protagoniza y de su voluntad de pervivencia», apuntan las mismas fuentes.

En 2024.

Cultura, en cooperación y con «la participación activa y directa» de las comunidades portadoras de estas tradiciones, se avanza en la protección jurídica y el reconocimiento de las manifestaciones y representaciones más significativas y relevantes en todo el ámbito de la Comunidad. «En este sentido se trabaja en algunos expedientes que podrían derivar en incoaciones el próximo año 2024», concluyen.