"Soy el siguiente"

José María Rodríguez (EFE)
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Fofana, el único superviviente de una patera en la que viajaban 34 personas, relata cómo salvó su vida gracias a su sensatez, la suerte y a que nunca perdió la fe cuando todo estaba perdido

"Soy el siguiente"

Los ocupantes de las pateras que se quedan a la deriva, a merced de las olas y la sed, suelen compartir plegarias mientras conservan la cordura, no importa si se encomiendan a Dios o Alá, pues imploran el mismo milagro. Fofana V. no dejó de rezar mientras veía morir, uno a uno, a sus compañeros, siempre con el presentimiento de que sería el siguiente. Este mecánico marfileño de 27 años es el único superviviente de las 34 personas que se embarcaron hacia Fuerteventura el fatídico viernes 23 de septiembre de 2022 en una neumática remendada en un lugar de la costa del Sáhara, a medio camino entre Bojador y El Aaiún. No  sabían que se dirigían a una tormenta tropical que descargó en los tres días siguientes en Canarias todo un diluvio. Era la tormenta perfecta. El infierno.

Cuatro pateras con unos 200 inmigrantes se vieron sorprendidas por el ciclón Hermine. Tres fueron socorridas por Salvamento Marítimo. De la última, en la que iban 32 hombres y dos mujeres, no se supo nada en nueve días. El Bulk Japan la encontró, semihundida, con una persona viva a bordo, Fofana. 

¿Qué le ocurrió a los demás? No era capaz de explicar nada ni a la Policía ni a nadie cuando llegó al Hospital Insular de Gran Canaria.  

Recordar aquellas noches en el Atlántico le pesaba. Solo le arrancaban una sonrisa el enfermo con el que compartía habitación y la esposa de este, que le compró un cuaderno de crucigramas. Yfue entonces cuando escribió encima un número. El del teléfono móvil de su hermano, en Costa de Marfil. En ese momento recuperó el habla y revivió su pesadilla.

Cuando lo encontraron, había cuatro cadáveres, los cuatro de hombres. Uno, senegalés, el único identificado, llevaba en el bolsillo una carta de solicitud de asilo y 7.000 dirhams (638 euros). Otro se había atado a la barca con un cabo en un intento por no caer al mar y ahogarse. Siguió a flote, pero no resistió la sed. ¿Por qué no tiró los cuerpos al mar? ¿Quizás eran amigos o parientes? «Simplemente, no me quedaban fuerzas», le explicó a la responsable del programa de desaparecidos de Cruz Roja que se entrevistó con él en el hospital, a la que ayudó a identificar por fotos a algunas víctimas, unas pocas, porque en realidad no conocía a nadie a bordo. Se había embarcado solo, sin amigos.

A mitad de camino

Ese día contó que el motor de su neumática se paró en mitad de la travesía a Fuerteventura, al filo de su segunda jornada en el mar, y que la barca empezó a llenarse de agua. En una lancha que apenas sobresale un metro sobre el mar, no es difícil imaginar con qué angustia intentaban mantenerse a flote achicando agua todas aquellas personas, entre olas de dos a cuatro metros y un aguacero constante.

A la Cruz Roja, Fofana solo le habló de 31 hombres y dos mujeres adultos, la mayoría de Senegal, aunque también de Guinea y Costa de Marfil. No mencionó a ningún menor, pero a los marineros del buque Miguel de Cervantes que le rescataron vieron dos zapatos de niño.

Tras más de 300 kilómetros a la deriva, sin esperanza alguna y en un momento que Fofana no pudo precisar, buena parte de sus compañeros cayeron al mar. Lucharon por subirse a la neumática de nuevo, a riesgo de hacerla volcar, pero no pudieron. De nada sirvieron las ruedas que llevaban a bordo como salvavidas improvisados: se ahogaron.

A los que sobrevivieron les consumió la sed. Todos habían pasado unos días escondidos en el desierto antes de embarcar con pocas provisiones cerca de Lamsid. Y ya faltaba el agua. La mayoría bebió del mar. Fofana, no: «Yo sabía que no podía probarla». Poco a poco, vio morir a varios de sus compañeros, cuyos cuerpos fueron tirando al mar los demás mientras les quedaban fuerzas. Otros saltaron por la borda en estado de alucinación o delirio. Es algo muy frecuente en las pateras, corrobora un pediatra. 

Todo debió de ocurrir muy rápido. Las autopsias de los cuerpos recuperados indican que esos hombres perecieron entre el cuarto y sexto día de travesía. Se cree que fueron los últimos en morir porque los que iban quedando estaban demasiado débiles como para deshacerse de ellos. «Seré el siguiente», pensaba todo el tiempo Fofana, que ahora es un irregular en Francia, donde vive otro hermano.

Durante tres días fue el único resto de vida a bordo y se abandonó a sus rezos. Poco más podía hacer. Cuando vio aparecer en el horizonte el casco del Bulk Japan, dio gracias a Alá. Se lo repitió a sus rescatadores: «Dios me salvó».