Librerías y algo más

C.S.
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En la actualidad permanecen abiertas cuatro librerías en Cuéllar que compaginan la venta de libros con la papelería, el material de oficina, los juguetes o la ropa de niños para mantenerse

Tres generaciones de la Librería Goyca

Perderse entre las páginas de un libro es uno de esos pequeños placeres de la vida para los ávidos lectores que aún quedan. Las librerías son como las bibliotecas, un espacio en el que perderse en busca de quien sabe qué nueva aventura. Pero con el paso de los años, la llegada de las nuevas tecnologías y de Internet, han cambiado y como casi todo en la vida es cuestión de adaptarse o morir. Eso es lo que intentan las librerías que aún quedan en Cuéllar, cuatro y la última abrió hace 14 años. La más antigua que aún perdura, con el mismo nombre por bajo otra gestión desde hace 11 años, nació en 1953. Desde entonces en Cuéllar se han llegado a contabilizar casi una decena de librerías: la de Cruz Velasco, Papeles, la de David en San Andrés, la de Don Segundo, Librería Heredia… así recuerdan sus nombres los más mayores. Las que aún se mantienen abiertas en la actualidad son Carbajo desde 1953, Goyca desde 1979, La Papelería el Grillo desde 1990 y la última en abrir, El País de Jauja en 2009. 

Tres de estas cuatro estarán presentes en la Feria del Libro que se celebra este fin de semana en Cuéllar y a lo largo de sus años de vida en la villa han visto como ha evolucionado el sector. Todas tienen un denominador común: son librerías, venden libros de lectura, libros de texto… pero también tienen todo tipo de papelería y en algunos casos apuestan por material de oficina como complemento, juguetes, ropa u otro tipo de servicios relacionados con la impresión y la venta online. La llegada de las grandes superficies, Amazon, Fnac, La Casa del Libro y otras tantas plataformas han obligado a abrir otros nichos de mercado para subsistir. 

Carbajo es una de las míticas librerías de Cuéllar que aún sigue abierta, aunque bajo otra gestión. Henar Carbajo es hija de quién inició el negocio en la villa y recuerda la imagen de su padre, Isidoro Carbajo Fraile, sentado en un sofá siempre con un libro en las manos. Abrió la librería en la calle Colegio con 24 años, y a principios de los años 60 se trasladó a la calle San Francisco donde vendía libros, cuadernos, papelería, clásicos adaptados a la literatura infantil y juvenil de la editorial Bruguera... Los inicios en la época de postguerra no fueron fáciles y la literatura no era un artículo de primera necesidad, por ello se compaginaba con otros productos relacionados con la bisutería, los juguetes, los tebeos, los libros que permitía vender el Régimen… recuerda Henar que ha vivido entre libros. 
Entre anécdotas de aquellos años, menciona algo muy tradicional que tiene como idiosincrasia vivir en un pueblo. Habla del 'apúntame'. No se trataba de un cuaderno o un libro especial sino del «apúntame en el libro que ya te pagaré cuando tenga dinero», completa la frase, explicando el contexto del momento. Y cuando cobraban la cosecha de cereal pagaban. En los años 70 del pasado siglo recuerda el jueves como un día importantísimo. De hecho, ella y su hermana Rosi que ha regentado la libraría hasta hace 11 años que falleció, bajaban corriendo del instituto y se iban a la librería para que su padre se pudiera ir a comer. El jueves, día de mercado en Cuéllar, la librería no cerraba a mediodía porque era el día que más gente venía. Los maridos traían a sus mujeres de los pueblos de la comarca a hacer las compras y recados y había que aprovechar.

Carbajo llegó a tener dos librerías abiertas a la vez en la localidad durante unos 10 años. Durante aquel tiempo recuerda el trato muy familiar y como han visto crecer a familias enteras. Como curiosidad contaba que la promoción de los productos la hacían ellas mismas. El viajante de turno les dejaba estuches nuevos o carpetas y eran la sensación del colegio, que después motivaba ventas en Navidad o épocas de cumpleaños. Los encargos de revistas y periódicos, asi como los fascículos, las enciclopedias, las colecciones o las fotonovelas, se vendían mucho. «Una librería es imposible que subsista solo de vender libros y más en un pueblo y en la posguerra. Lo mismo vendías un libro al día», comenta. El auge de ventas duraría unos 35 años, y «con la llegada de las grandes superficies a las capitales empezó el declive ya que a las librerías le obligaban a firmar una serie de contratos, podían hacer un porcentaje máximo de devoluciones… las condiciones era más estrictas… y la venta de libros de texto podía ser un buen momento pero no es oro todo lo que reluce, porque si calculabas mal la previsión de libros no los podías devolver», recuerda Henar.

En las navidades de 1979 Librería Goyca abrió sus puertas con Carmen Cáceres en las cercanías del colegio Santa Clara. La ubicación fue un aliciente junto con el hecho de que los alumnos pudieran salir en el recreo a comprar los cuadernos o lápices. Comenzó como librería, papelería y juguetería y recuerda la época de verano y los libros de texto como un buen momento junto con las Navidades con los catálogos de juguetes, el carnaval y los disfraces. Desde finales de los 80 y hasta 2008 fueron los mejores años de la librería. «Yo he sido feliz aquí», recuerda. Fernando Gómez es la segunda generación y entró en el negocio a principios de la década de los 2000. Recuerda como su padre se levantaba a las tres de la mañana para ir a Madrid a por los libros y el propio padre, Cesar, comenta que el 80% de los libros se traían de un día para otro. «Ahora mucha gente se va a las grandes superficies a Valladolid, donde les hacen descuentos en otros productos con las campañas del 'corticole', y el programa Releo de los colegios también ha hecho bastante daño», comenta Fernando. Además, han visto como han bajado las ventas de otros productos típicos de verano como los cuadernillos de vacaciones porque ahora en los colegios les envían un enlace con fichas y actividades para imprimir en casa o hacer directamente en el ordenador. 

No obstante, hay que adaptarse a los nuevos tiempos y si las grandes superficies tienen el 'corticole' en Libraría Goyca se han inventado el 'goycacole'. Desde hace tres años se han unido una serie de establecimientos entre los que se encuentras academias de logopedia y danza, tiendas de ropa de niños y deportiva, productos de alimentación y hasta un lavadero de coches para con la compra de los lotes de libros de texto escolar ofrecer descuentos o una clase gratis en los establecimientos. «Son productos de aquí, que redundan en el pueblo y se quedan aquí. Es una forma de fidelizar a la gente», comenta María José Alonso, que regenta la librería junto con Fernando. En la feria de libro pondrán en marcha otra iniciativa para incentivar la venta y dar un premio a los clientes. Consistirá en la entrega de un carnet en el que con 12 compras de libros a lo largo de un periodo de tiempo se les regalará otro. María José cree que puede ser interesante porque sigue habiendo demanda de libros. «La venta de libros se sigue manteniendo a pesar del libro digital porque a la gente le gusta venir y que le recomiendes».
Aitana y su hermana serán la tercera generación de Goyca, si es que deciden seguir al frente tras completar sus estudios, porque lo ven difícil. «Me gustaría seguir si fuera bien, pero veo que es complicado. Con las ventas por internet y los programas Releo se vende muchísimo menos», explica Aitana.

Mientras en una librería piensan en si seguirá o no una tercera generación, otras siguen aguantando el tirón hasta la jubilación. Lourdes Tejero, de La Papelería El Grillo, afirma que ha cambiado mucho la situación del comercio con la llegada de Amazon, el programa Releo, los materiales escolares que se planifican desde los colegios y las Ampas como las agendas escolares… «Antes se traían más libros de lectura, porque se vendían más libros, ahora es más libro por encargo», comenta mientras imprime trabajos de estudiantes y documentos. Para ella esta otra vía de negocio que ha cogido mucho auge desde la pandemia, le ayuda a mantenerse junto con la venta de material escolar, de oficina, libros y prensa. «Imprimo hasta devoluciones de Amazon, me paso mucho tiempo pegada al ordenador. Este auge empezó en la pandemia porque en muchas casas no había impresoras. Me enviaban los trabajos o los deberes por correo electrónico y después venían a recogerlo. Al final me mantengo con la venta de productos de las distintas secciones», comenta. 

Soledad y Virginia Rico han sido las últimas en abrir una librería-papelería en Cuéllar. «Empezamos cuando empezó la primera crisis económica y cuando llegó la pandemia acabábamos de empezar con la venta también de ropa de niño, parece que vamos buscando el más difícil todavía», comenta Soledad. En sus inicios también realizaban talleres, cuenta cuentos, presentaciones de libros y otras actividades ligadas al sector, hasta que vieron que la ropa de niños podía ser un complemento interesante, además de los juguetes. Ambos productos los venden también por Internet. En su caso, afirman que si tienen mucha demanda de libros tanto de infantil, de adulto, juvenil, distintas especialidades, todas las semanas tienen recomendaciones y los clientes acuden a ver que tienen y si no les hacen encargos hasta por Whatsapp. 

«La fidelización es importante, el comercio en este sector no es estable, tiene picos altos y otros más flojos. En verano tiene mucha demanda los cuadernillos, los libros de texto, la gente que viene de fuera, después en Navidad con los regalos… dar facilidades, soluciones rápidas y ser un comercio cercano es algo que una gran superficie no te puede dar», opina mientras atiende a una niña que viene a comprar un regalo, una madre a comprar un pilot para su hija o una clienta que a la par que le entrega un clavel, sin motivo, demanda una calculadora para el examen de su hijo. «Cuando haces las cosas con ilusión y alegría pasan cosas como estas», afirma. Esos pequeños gestos y el servicio del día a día es lo que tiene el comercio local que hace que siga vivo.