Comunes en toda Europa desde finales del siglo XIX, los uniformes escolares son, cada vez más, objeto de controversia. Con el inicio del curso, vuelven a la mesa los debates con respecto al uso de una vestimenta que evita «discriminaciones», apuntan unos, pero perpetúa «estereotipos sexistas», dicen otros.
El principal argumento de sus defensores está claro: «Garantiza la igualdad». Y, por lo tanto, «evita que haya discriminaciones». «Llevar uniforme generaliza la ropa que llevan, así no hay unos con más marcas y otros con menos. Todos igual para garantizar la pluralidad y la igualdad. Así hay menos discriminación de unos u otros por ir de una manera u otra al colegio», afirma el presidente de la Confederación Católica Nacional de Padres de Familia y Padres de Alumnos (Concapa), Pedro Caballero.
No solo «es bueno para el propio sistema», sino que el uniforme es una «ventaja» para las familias, «sobre todo con los adolescentes». «Son ellos quienes empiezan con los líos de las marcas, lo que supone ansiedad, discusión y enfrentamiento en las familias. Si hay uniforme, van así y se ha acabado. Da mucha tranquilidad, sobre todo a las familias», especifica Caballero.
No solo eso. El representante de CONCAPA afirma que abogaría por un uniforme «unisex y no tanto por la separación de falda y pantalón», de forma que los niños «se encuentren a gusto y no haya ningún tipo de discriminación», añade.
En la misma línea se expresa la presidenta de la Confederación de Padres de Alumnos (Cofapa), Begoña Ladrón de Guevara, quien asevera que el uniforme «facilita la equidad y la igualdad de los niños». Aun así, no cree que sea una «obligación», sino una «opción más». «Los colegios lo ofertan y las familias eligen», afirma.
Pedro Huerta, presidente de Escuelas Católicas, considera también que el uniforme «facilita» a las familias en la organización del vestuario y «garantiza igualdad». Aún así, asegura que «no es un elemento educativo ni pedagógico» y que «no es tan sexista como antes».
Más allá va el presidente de la Confederación Española de Centros de Enseñanza (CECE), Alfonso Aguiló, quien asegura que «desde hace años» hay un «creciente interés» en la enseñanza pública y en la privada por el uniforme escolar: «Contribuye a igualar niveles socioeconómicos, evita debates con la elección de atuendo, es más barato, facilita un sentido positivo de pertenencia y mejora la seguridad en las salidas escolares», añade.
No todas las opiniones, por supuesto, son iguales, y entre los detractores destacan quienes apuntan a los roles de género que el uniforme 'consolida'.
Es lo que piensa Francisco García, el secretario general de la Federación de Enseñanza de Comisiones Obreras (CCOO). El uniforme «no es necesario» y no debería ser obligatorio «en ningún centro». «Es otra manera de engordar la factura de las familias, una factura ya lo suficientemente abultada», dice.
Además, García señala que tanto los niños como las niñas «deberían vestir como les guste». «Los estereotipos de sexo no se deben hacer obligatorios en ningún sitio, menos en la escuela, lugar que educa para la igualdad», subraya. Igualmente, considera que la educación obligatoria «debería ser gratuita» y por tanto, también el material escolar, uniforme y libros incluidos.
Asimismo, la presidenta de la Confederación Española de Asociaciones Padres y Madres de Alumnos (Ceapa), María Capellán, señala que no quieren que los niños lleven uniforme porque les «gusta los colores y la diversidad» y el uniforme supone «que sean todos iguales». Lo considera, además, un «gasto innecesario». «No veo beneficio a que todo el mundo lleve la misma ropa, creo que cada persona es un mundo y cada uno tiene que mostrar de alguna manera su personalidad y sus gustos y su forma de ser. Muchas veces eso se demuestra con la ropa. Si todos van iguales, es difícil», argumenta.
Del mismo modo, para el Frente de Estudiantes, el uniforme «refuerza el sesgo de clase y el carácter elitista de los centros concertados y privados». No solo eso, sino que se convierte en «una forma más de homogeneizar la estética del estudiantado y constreñir la elección y desarrollo personal de los alumnos», lo que se ve reflejado en «la imposición de la falda para las chicas y pantalones para los chicos, algo que refuerza los roles de género en el ámbito educativo».
«Todo esto tampoco debería pasar por la flexibilización de los uniformes sino precisamente por el repensar su existencia como elementos diferenciadores que se insertan en un sistema educativo que ya de por sí segregador», precisan desde la asociación.
Asimismo, destacan que el uniforme es un «lastre económico para familias trabajadoras», ya que «suelen ser varios conjuntos» y que por ello, «encarece bastante» el gasto en material. En este sentido, concluyen que es «necesario que todas las cuestiones que se desprendan de la educación y todo lo que la rodea sea gratuito».