Este particular mes de abril nos ha dejado en el calendario tres dias festivos unidos en poco más de una semana. A las celebraciones de la Semana Santa se suma este año la del Día de Castilla y León, que cada 23 de abril pretende significar las peculiaridades historicas, artísticas, culturales y sociales de la región, articuladas en torno al recuerdo de la última batalla de la revuelta comunera en la misma fecha de 1521, que acabó a sangre y fuego con una de las primeras revoluciones burguesas de la era moderna.
Los esfuerzos de los sucesivos gobiernos regionales por colorear de alguna forma esta celebración, para dar sentido a la fiesta solo han demostrado el escaso interés por hacer de este día una referencia a la hora de dar sentido a una comunidad que, pese a tener siglos de historia, nunca se ha caracterizado por exacerbar los sentimientos identitarios o nacionalistas de sus habitantes.
La entrada de Vox en el Gobierno regional en la presente legislatura no ha hecho sino que empeorar las cosas en este sentido, ya que la animadversión de los de Abascal hacia el sesgo ideológico que tiene la celebración de Villalar ha arrinconado en los últimos años la celebración en el histórico municipio vallisoletano, cambiándola por actuaciones musicales y marchas populares por las calles de las grandes capitales.
El hecho de que la izquierda haya patrimonializado la celebración comunera en Villalar, y que la derecha haya cedido este espacio sin ningún tipo de miramiento ha hecho posible que esta semana Rosario Flores, Camela, Juan Magán o Pastora Soler – esta última en Segovia- se erijan como los grandes protagonistas de la fiesta con sus conciertos, y que millares de personas hayan aprovechado el buen tiempo para participar en la marcha y carrera popular organizada en cada capital de la región. Música y deporte han capitalizado los actos de la fiesta regional, dejando de lado la fiesta de Villalar, convertida hoy en un acto poco menos que residual. Si a ello añadimos que este año el luto oficial por la muerte del Papa Francisco ha obligado a aplazar la entrega de los premios Castilla y León a una fecha más adecuada, puedo afirmar que el 23 de abril en la región es nada más que una fiesta que a lo único que contribuye es a oxigenar el calendario, que en el primer trimestre del año no ha tenido muchas jornadas de asueto.
Créanme si les digo que hago esa afirmación con mal sabor de boca, porque lo de la celebración de Villalar en Castilla y León es el triunfo de la polarización política larvada durante años y que fruto de los pactos de gobierno ha terminado de eclosionar. Aun siendo consciente de que hablar a toro pasado no comporta muchos riegos, he de lamentar que se haya desaprovechado una (otra) oportunidad para ir construyendo poco a poco esta comunidad y que la fiesta hubiera servido para catalizar la tan deseada vertebración de una región que comienza a descoser algunas de sus costuras por la parte de León, donde por cierto nunca estuvieron bien asentadas.
El tiempo está demostrando que la unidad se antoja fundamental para el mantenimiento de cualquier territorio que tenga el deseo de prosperar política, social y económicamente, y creo que las veleidades independentistas o territoriales sólo benefician a aquellos que las abanderan con el fin de sacar rédito político y/o personal. Por ello, mi deseo sería que pudiéramos aprovechar entre todos las fortalezas que supone contar con un lugar común para la conmemoración como es Villalar, y que de una vez por todas se descargue de cualquer identificación para ser un punto de encuentro en el que desde un lado o desde otro podamos llegar a entender el espacio en el que vivimos como un lugar para el desarrollo y la convivencia al que se ha llegado gracias al esfuerzo y la lucha de todo, y destacar allí todo lo que nos une. Hasta que esto no se concrete, mucho me temo que el 23 de abril será sólo una fiesta más en la región, alejada de cualquier intención de conseguir aquello de: "nueve provincias, una comunidad, un futuro, una identidad", que propugnaba el viejo eslogan publicitario.