A los socialistas actuales, con Sánchez a la cabeza, les entusiasma presumir de progresistas y de haber conformado un gobierno progresista. Qué más quisiéramos. La España actual no es progresista económica ni socialmente, aunque a estas alturas ya no debe sorprender que alardeen de lo que no son.

Las disparatadas políticas que pretenden imponer en toda España la justifican con la necesidad de contribuir a la convivencia en Cataluña … Mientras ellos andan a tortas con sus propios compañeros de partido, los históricos, los buenos, a los que consideran unos viejunos incapaces de adaptarse a los nuevos tiempos y resentidos porque ya no ostentan el poder.

La iniciativa más inmediata del sanchismo es provocar un guirigay la semana próxima en el Congreso de los Diputados con la puesta en marcha de la norma progresista y de convivencia que permite que cada cual se exprese en la lengua que le apetezca, y no es casual que se inicie ese Babel con la sesión de investidura de Feijóo. Si la presidenta del Congreso tuviera lo que debe tener, autoridad, y no fuera una presidenta que decide, según le indica Moncloa, esa locura no se habría aprobado.

Locura de un gobierno que presume de progresista, pero busca socios de larga trayectoria conservadora, como PNV y Junts. Ante ellos, el jefe del progresismo cede a sus exigencias porque necesita sus votos. No cuelan las ridículas justificaciones que pretenden colarnos. Estamos ante una cesión a las exigencias de quienes pretenden romper España. Punto.

Ni les importa la convivencia ni les importan los problemas de los ciudadanos. Excepto los relacionados con la violencia de género, que han llevado a sus últimas consecuencias y se ha convertido en una ley plagada de injusticias en su aplicación. Como la del sí es sí. También les preocupa la igualdad, aunque mal planteada porque la circunscriben casi en exclusividad a la comunidad lgtbi.

Los problemas a los que dedica tanto esfuerzo el gobierno progresista están muy alejados de los que sufren los ciudadanos. No se toman medidas eficaces sobre la subida desaforada de la cesta de la compra, el precio abusivo del gasoil y gasolina impide utilizar el coche con normalidad, seguimos con el porcentaje de paro más alto de Europa y nuestros jóvenes buscan trabajo fuera de España. El sistema educativo es deficiente, y es habitual que en el entorno llamado progresista envíen a sus hijos a estudiar al extranjero.

Se ha multiplicado el trabajo fijo discontinuo, un foco de inseguridad por el futuro, mientras el campo vive en un lamento continuo porque faltan ayudas y sobran catástrofes. Sin embargo, la sanidad, aunque no es perfecta, sale con nota alta en comparación con la mayoría de los países occidentales. Pero son competencia de los gobiernos autonómicos, donde solo tres son progresistas.

Sánchez se mantendrá en la presidencia del gobierno, lo ha repetido este domingo. Pero que nos deje en paz con sus promesas de bonanza, convivencia y progreso. Que no mienta más.