Editorial

La investidura activa una legislatura llena de vías de agua

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Uno de los dos tendrá razón y el tiempo será el juez que reparta cargas. O el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, o el líder de la oposición, Alberto Núñez Feijóo. O la versión de España que aplaude el levantamiento de un muro o la que considera que lo sucedido ayer en el Parlamento es una equivocación. Así es la España actual, polarizada y enrolada en una legislatura de pronóstico tan incierto como la palabra del renovado jefe del Ejecutivo nacional. En medio, el futuro inmediato del país, sacudido por el enconamiento político y legítimamente preocupado por una deriva que lo aleja del espíritu constitucional hacia un rumbo ignoto.

La carga, claro, es para Sánchez, que tendrá que enfrentarse a un escrutinio perpetuo de grupos políticos que ni siquiera aplauden su investidura y que la apoyan única y exclusivamente a cambio de un porcentaje o de la ruptura de los principios democráticos esenciales por intereses estrictamente personales. El presidente tendrá que elegir entre cumplir lo prometido a sus socios o hacer valer lo dicho desde la tribuna de oradores del Congreso. Porque es evidente que ni siquiera en lo escrito se ponen de acuerdo; ahí queda el recelo de los emisarios de Puigdemont en el Parlamento, que siguen sosteniendo que sí habrá persecución a los jueces que instruyen las causas de las asonadas secesionistas. O las amenazas del portavoz de Esquerra, Gabriel Rufián, que es el diputado que más veces ha reiterado en público que la palabra de Sánchez vale tanto como lo hagan sus necesidades.

El Partido Socialista, cuyos diputados jalearon a un vocinglero Patxi López antes de la votación de ayer, cargará la responsabilidad histórica de echarse a la legislatura en una embarcación atestada y llena de vías de agua. Podemos ya anuncia venganza contra Sumar, lo que es tanto como decir el Gobierno. El secesionismo quiere lo suyo de forma inmediata o causará tanto daño como sea posible, que en lo que toca al Estado es su fin último. La oposición en la calle sigue activa y crecerá cuantitativa y cualitativamente en la medida que logre desinfectarse de los elementos patógenos que le han echado un impagable capote a Sánchez lanzando proclamas que denotan un raquitismo intelectual alarmante. El Poder Judicial se siente amenazado, y con razón, y avisa de que se defenderá. La Unión Europea está alerta. El tejido económico, así sea una multinacional como Repsol o sectores a pie de calle como el de la hostelería, en guardia. Que aflore la oposición interna es solo cuestión de tiempo y el PP ya avisó a Sánchez: «No nos busque cuando le fallen sus socios». La imagen del presidente exultante puede durar muy poco. El problema es el coste que va a tener despertarle de su ensoñación.