Editorial

Feijóo ventila el debate con Sánchez mientras sostiene el pulso a Abascal

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El duelo público oficiado hace unas horas entre los presidenciables del PSOE y el PP, Pedro Sánchez y Alberto Núñez Feijóo, no es el único que se libra a brazo partido en el camino hacia el 23-J. La izquierda perpetúa la tensión que ha marcado el paso de la legislatura ya finiquitada y se pelea por el voto progresista en plazas fundamentalmente urbanitas. La derecha, en su caso, tiene un espectro de voto más amplio al que dirigir sus cargas, nutrido fundamentalmente de votantes indecisos, alejados de catecismos políticos y del sufragio en la España interior. 

El resultado del careo entre Sánchez y Feijóo era el esperado: ambos han ganado para los suyos. Es más, han humillado al rival. Frente a esa lucha por el relato, la ciudadanía, a la que los partidos pretenden arrebatar su capacidad de entendimiento, sigue asistiendo a un proceso que, a la luz de todas las encuestas realizadas hasta la fecha, salvo la 'presidida' por el socialista José Emilio Tezanos, pagada con fondos públicos y amplificada a través del CIS, tiene dos finales más plausibles que el resto de cuantos se pueden dibujar en una democracia parlamentaria: que PP y Vox sumen 176 escaños o más o que no los sumen.

Lo que presenta más sombras es la gestión de ese resultado, sobre todo después de que ayer Vox juntara sus votos a los de Podemos y PSOE para votar en contra de la investidura de López Miras como presidente de la Región de Murcia. Esta vez no le valía la abstención a Santiago Abascal porque en segunda votación se inviste presidente al candidato con más apoyos, alcance o no la mayoría absoluta. Los populares se niegan a entregar la Vicepresidente del Ejecutivo regional murciano y dos de las 10 consejerías (el 20%) a cambio de dos votos, que es lo que necesita López Miras para la mayoría absoluta. Vox, por su parte, pone precio a esos votos y exige poder, y no poco. Mientras eso sucedía, en Baleares, donde sí ha habido un acuerdo a derechas, los populares del Gobierno se manifestaban contra la violencia machista después el enésimo asesinato de una mujer. Por su parte, la presidenta del parlamento balear, de Vox, se alejaba de la pancarta. 

El PP marca, en definitiva, distancias severas con Vox. Ha capitulado en varias plazas para evitar la repetición en serie de elecciones autonómicas, o al menos así lo ha defendido públicamente, pero antes del 23-J ha puesto un pie en pared que lanza un doble mensaje que no es baladí. Uno, a los votantes: el jefe del PP no es Abascal. Otro, a Vox: si lleva el pulso a máximos, la repetición electoral es una posibilidad y, mientras, los presidentes autonómicos pueden cesar a los consejeros que consideren necesario en el momento en que lo crean oportuno.