Hoy serán despejadas definitivamente las dudas en torno a la gobernación del Ayuntamiento de León, el último en constituirse de la comunidad. Tres actores darán vida a la trama y al desenlace del Pleno: El PSOE, con once concejales; el PP, que logró nueve y la UPL, con el voto decisivo de sus cinco ediles. Catorce votos constituyen la mayoría absoluta. Los leonesistas son la llave para que tanto el socialista José Antonio Díaz continúe al frente de la Alcaldía como para que se produzca el relevo en favor de la candidata del PP, Margarita Torre.
Hasta aquí una lectura matemáticamente simple de los resultados del 28-J. Pero en política nada es simple. El candidato de la UPL, Eduardo López Sendino, ha anunciado que su grupo se votará a sí mismo. Una postura inteligente para mantener la neutralidad obligada ante las elecciones generales próximas. Una apuesta muy alta también: Si el PP quiere expulsar de la Alcaldía a Diez, le basta con respaldar la candidatura leonesista. Estas cosas ocurren, ya se sabe que no hay nada que una tanto a dos enemigos como un adversario común. En León hay experiencia. En el año 1987 tres grupos perdedores se unieron en lo que bautizaron como Pacto Cívico para expulsar de la Alcaldía a quien había ganado las elecciones ampliamente, el entonces independiente Juan Morano Masa. Tal vez una diferencia notable: en aquella ocasión respaldaban la conjura empresarios con poder y algún medio de comunicación con gran influencia.
No parece el caso ahora. Posiblemente una parte del PP viera con buenos ojos desalojar al PSOE de la Alcaldía de la capital leonesa. Logrado el objetivo principal, se reservaría la oportunidad de gobernar en todos los asuntos importantes de la ciudad, aunque fuera de forma soterrada y sin el bastón de mando en las procesiones de Semana Santa. Que eso mola mucho. Inconveniente sustancial: Mañueco no dormiría bien con un alcalde leonesista en el Ayuntamiento de la capital leonesa. Un punto de inflexión en una comunidad poco cohesionada, con un altavoz segregacionista que el gobierno regional no se puede permitir. Habrían metido la zorra en el gallinero.