Una relación, ¿en crisis?

EFE
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EEUU e Israel cumplen 75 años de diplomacia marcada por una fuerte alianza que ahora se encuentra en un punto de inflexión por la guerra en Gaza y el futuro del pueblo palestino

El presidente de EEUU, Joe Biden (i), y el primer ministro israelí, Benjamin Netanyahu, en una imagen de archivo de 2023 - Foto: EFE

El 14 de mayo de 1948, el Gobierno de EEUU se convirtió en el primero en reconocer de facto al Estado de Israel, tan solo 11 minutos después de su fundación, si bien no formalizó tal reconocimiento hasta el 31 de enero de 1949. Desde entonces, ambos países han protagonizado una estrecha relación de 75 años, pero que ahora se encuentra en un punto de inflexión por el conflicto bélico en Gaza y las discrepancias sobre el futuro del pueblo palestino.

Los lazos entre ambos territorios fueron tibios hasta las guerras de 1967 y 1973 entre la nación hebrea y sus vecinos árabes, cuando Estados Unidos se convirtió en su mayor valedor político y militar.

Michael Oren, exembajador israelí en Washington, cuenta que el apoyo norteamericano no es solo castrense, sino también «psicológico», dado que Tel Aviv «no se siente solo al tener a su lado a la mayor superpotencia mundial».

El compromiso ha perdurado durante las sucesivas administraciones demócratas y republicanas, que al mismo tiempo han jugado un papel fundamental en varias negociaciones de paz, incluidos los Acuerdos de Oslo de 1993 con los palestinos. Pero el Gobierno de Donald Trump optó por alinearse todavía más con el Estado judío, trasladó su embajada a Jerusalén y auspició los Acuerdos de Abraham para formalizar las relaciones entre Israel y varios países árabes, dejando la causa palestina en un cajón.

Antes de la guerra en Gaza, el actual inquilino de la Casa Blanca, Joe Biden, criticó la expansión de asentamientos judíos en Cisjordania y la regresión democrática del primer ministro Benjamin Netanyahu. Pero entre bambalinas, Washington mediaba para ayudar a Tel Aviv a sellar un acuerdo de paz con Arabia Saudí, un objetivo ansiado por la población hebrea.

La matanza cometida por el grupo terrorista Hamás el pasado 7 de octubre dinamitó esos esfuerzos. Biden cerró filas con Israel y le ofreció un «apoyo inquebrantable» a su lucha contra los islamistas, pero cuatro meses después la ofensiva ha provocado más de 26.000 muertes y una grave crisis humanitaria.

La presión externa e interna ha dejado al mandatario entre la espada y la pared: por un lado exige a Netanyahu que cuide las vidas civiles en las operaciones y, por otro, sigue mandándole armas y vetando en la ONU un alto el fuego.

La posición estadounidense no se puede explicar sin entender que «Biden está personalmente comprometido con Israel», un país al que admira desde joven, explica Linda Robinson, experta del Consejo de Relaciones Exteriores. Pero la situación ya le está pasando factura al presidente, que busca la reelección en noviembre.

«Hay un punto de inflexión porque empezamos a ver un número significativo de ciudadanos y algunos representantes del Congreso que ponen en cuestión el compromiso con Israel», relata Robinson.

Visiones opuestas

Sin embargo, Netanyahu no quiere parar la ofensiva hasta eliminar a Hamás por completo. En este sentido, el exembajador Oren también apoya la contienda porque considera que está en riesgo «la existencia nacional» de su país, pero ve «posible que Biden intente presionar a Israel para que acabe la guerra antes de las presidenciales».

De todos modos, las visiones una vez terminado el conflicto están a las antípodas, dado que Biden aboga por la creación de un Estado palestino, una propuesta que Tel Aviv rechaza tajantemente. El as que Washington guarda bajo la manga es el de revivir las negociaciones para la normalización con los saudíes a cambio de arrancar a Israel compromisos para la causa palestina.

Robinson cree que «no hay solución al conflicto sin un Estado palestino», pero ello solo podrá ocurrir si Netanyahu ya no está en el poder y si aumenta la presión de EEUU.