La Faraona inmortal

Javier Villahizán (SPC)
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Lola Flores se convirtió en la artista más querida de la España del siglo XX por su voz y desparpajo, un arte que llevó a todos los rincones del país gracias a canciones tan populares como 'Lerele' o 'La zarzamora'

La Faraona inmortal - Foto: EFE

Una mujer como Lola Flores es difícil que se difumine del recuerdo colectivo por mucho tiempo que pase. Y es que La Faraona, que el próximo 21 de enero hubiese cumplido 100 años, aunque ella solía quitarse cinco por costumbre, dejó un legado cultural, artístico y cinematográfico difícil de igualar, a lo que hay que sumar su arrolladora personalidad. En definitiva, una mujer de armas tomar que ya desde casi la más tierna infancia sabía lo que quería en esta vida: ser la Lola de España.

Pero su existencia no fue fácil a pesar de que su éxito alcanzó cotas jamás vistas para una artista en aquella España en blanco y negro, donde cualquier aparición de La niña de fuego, como también era conocida, era seguida por toda la nación. 

Después vinieron los tiempos de vino y rosas, de las apariciones en las televisiones, de la farándula, de las bodas, de su Lerele -su residencia en la madrileña La Moraleja- y de su segunda gloria.

Pero al final las dolencias y las enfermedades pesan, y también el dolor. Y el cáncer de mama que vivía con ella desde 1972 acabó con su vida en 1995. Y eso que casi nunca hablaba de él, que se sobreponía ante cualquier contrariedad y que fue una auténtica resistente de una lacra que la iba consumiendo. Se cuenta que se sometía a sesiones de quimioterapia y se ponía pelucas para disimular su calvicie y que, a pesar de la fatiga y de los dolores, nunca suspendió una función.  

Contra los elementos

Nadie hubiese imaginado que en aquellos años 20 y 30 del pasado siglo Dolores Flores Ruiz (Jerez de la Frontera, Cádiz, 1923- Madrid, 1995) iba a luchar contra todos los elementos e iba a poner en valor su arte hasta lograr el ansiado éxito.

La Faraona se crio en el seno de una familia humilde. Su padre, que era tabernero, regentaba el bar Los Leones en uno de los barrios gitanos más famosos de Jerez y ella, aunque no era gitana, se empapó de toda la magia de sus costumbres y cultura en un ambiente festivo y de cante.

De hecho, ya se podía ver a la pequeña Lola con tan solo dos años subida a las mesas del establecimiento de su padre bailando por bulerías.

Tal fue su escuela, la de la calle y la de su barrio, que con 10 años ya cantaba y danzaba por los establecimientos de Jerez y cinco años después formó parte de la compañía de variedades Mary Paz.

Pero el acto diferenciador que transformó a Dolores Flores en Lola Flores fue su traslado a Madrid. No se sabe muy bien cómo, pero la chiquilla, con tan solo 17 años, logró convencer al padre y a toda la familia a emigrar a la capital de España para que ella siguiera una supuesta carrera meteórica. Hecho que posteriormente se confirmó.

La vida de La Faraona en Madrid fue fulgurante, primero empezó con pequeños papeles para acabar girando por el mundo con su arte.

A principios de la década de los 40 ya se estrenó con un par de papelitos en el cine en Martingala y Un alto en el camino, al tiempo que grababa su primer disco con su tema más popular Lerele.

Su admiración por Pastora Imperio le llevó a conocer a figuras importantes de la canción como Estrellita Castro o al maestro Manuel López-Quiroga. Pero el encuentro más importante fue cuando se encontró con Manolo Caracol, quien la contrató en su compañía.

Junto a él, con el que mantuvo una relación profesional y pasional a pesar de sus 20 años de diferencia, llevó por toda España el musical Zambra y realizó la película Embrujo.

El gran salto

El gran avance cualitativo tuvo lugar en los 50, cuando Lola Flores gira por América, hace películas tan populares como La Faraona, nombre con el que se quedó para siempre, además de otras muchas como Pena, penita, pena, Limosna de amores, Sueños de oro o Maricruz y aumenta su repertorio de manera exponencial. De entonces es su famosa La zarzamora.

Fue en esa década dorada cuando la Torbellino de colores contrae matrimonio con el guitarrista y creador de la rumba catalana Antonio González, el Pescailla con el que tuvo tres hijos: Lolita, Rosario y Antonio.

A partir de los 60 y ya hasta su muerte, las apariciones de Lola Flores fueron disminuyendo, aunque siguió manteniendo el listón muy alto. Hizo espectáculos teatrales, cine y hasta series.

La Faraona tampoco escapó de las garras de Hacienda y en 1987 la artista se enfrentó a un delito por no presentar la declaración de cuatro ejercicios por lo que le reclamaban 145 millones de pesetas. Al final pagó una multa de 28 millones.

Lola Flores acabó sus días en su amada finca de Lerele, víctima de un tumor que padecía desde hacía un cuarto de siglo. Aquel 16 de mayo de 1995 numerosas personas esperaron en las calles de Madrid el paso del féretro entonando La zarzamora. Lo más triste fue que su querido hijo Antonio no aguantó la pérdida y fue hallado muerto a los 33 años en la casa familiar, debido a una sobredosis de barbitúricos y alcohol.