El Sanxenxo del Rey Juan Carlos

Pilar Cernuda
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El viaje del Emérito se ha caracterizado por una gran discreción con el objetivo de no molestar con su presencia ni a la Corona ni al Gobierno

El Soberano ha estado esta semana navegando por las aguas marinas de Sanxenxo (Pontevedra) - Foto: EFE

Lo cuentan sus amigos de Sanxenxo: la cara de Don Juan Carlos se transfigura cuando, a la caña del Bribón, surca las aguas de la ría de Pontevedra, de las que guarda tan grato recuerdo desde su paso por la Escuela Naval de Marín, una de las mejores etapas de su vida. 

Para el Emérito, Sanxenxo se ha convertido en su refugio español porque no le dejan tener otro; pero también es lugar elegido: antes de que comenzaran los problemas y se le obligara a abandonar España, ya se había convertido en un ciudadano más de la villa gallega, ya disfrutaba del regreso a la navegación gracias a su amigo Pedro Campos.

Fue este empresario, de Cuntis, de familia vinculada al termalismo y los balnearios y que acumula premios nacionales y mundiales como as de la navegación, quien en 2015 tuvo la idea de dar una oportunidad al Soberano, que había abdicado un año antes, disfrutar nuevamente de la navegación deportiva poniendo a su disposición un velero diseñado a su medida. Un nuevo Bribón, de seis metros. Un barco pequeño que en gran parte financiaron amigos del Rey que, como él, sentían pasión por la vela.

Desde entonces, Sanxenxo se convirtió en uno de los centros de la vida del Borbón, con un nuevo círculo de amigos -ya lo era de Pedro Campos desde años atrás- con los que, en esta villa, dedica gran parte de su tiempo a la navegación. Sobre todo, cuando Campos decidió que el Bribón debía inscribirse en el campeonato del mundo que se iba a celebrar en Vancouver. 

Un reto a los 85 años

El entusiasmo de todos fue contagioso, el Monarca prácticamente se instaló en casa de Pedro Campos en Sanxenxo. Era el verano de 2017 y regresaron a España con el triunfo. Don Juan Carlos envió a media España y parte del extranjero la fotografía recogiendo el premio con sus compañeros. Se inscribieron con entusiasmo a la siguiente convocatoria, en Henko, en Finlandia. Ganaron. Así que no se lo pensó mucho cuando desde Galicia le animaron a competir este verano para traerse a casa el tercer premio. 

Todo un desafío para un hombre de 85 años, reto que ha asumido como si le fuera la vida en ello. Es la razón de que llevara con discreción su decisión de viajar a Sanxenxo esta semana para iniciar los entrenamientos. No quería molestar ni desobedecer si, desde la Corona o desde el Gobierno, se le prohibía el viaje. Eso sí, no volverá hasta después de celebradas las elecciones autonómicas y municipales de mayo. Lo hará en junio o julio, y se le verá en Galicia en varias ocasiones durante el verano, porque está empeñado en llegar en perfectas condiciones físicas y deportivas a la isla de Wight, donde se celebra el nuevo campeonato mundial el mes de septiembre.

No tiene cuentas pendientes con la Justicia, ha saldado sus deudas tributarias, y es un ciudadano libre. 

Lo que le ha permitido saber quiénes son sus amistades de verdad, porque muchos de los que consideraba amigos pusieron toda clase de excusas cuando les pidió ayuda para liquidar las deudas a través de préstamos con contratos notariales. 

No se le permite La Zarzuela como residencia, se le ha advertido que el uso de cualquier otra que ponga alguien a su entera disposición podría ser considerado ingreso en especie y se le ha retirado la asignación como ex Jefe de Estado. 

En Sanxenxo, vive en casa de Pedro Campos con su familia, y para cumplir las peticiones de discreción que le pidió su hijo el Rey Felipe apenas pisa la calle más que para acceder al Bribón, que se ha alejado de su habitual atraque para impedir el revuelo de periodistas y de curiosos. Posiblemente, acuda a la cena con la que se suele culminar cualquier regata pero, en ningún caso, se trata de un homenaje a su persona, como ha difundido algún medio.

Entre las personas que residen en la localidad todo el año y conocen bien cómo se vive en esa ciudad gallega, y cómo vive Pedro Campos, se duelen de que se ponga el acento en cuestiones que son habituales como, por ejemplo, que desde la lonja el suministrador de confianza te lleva a casa el pescado y marisco si se tercia. Cuentan también que si hay vallas delante del chalé de Campos es porque los servicios de seguridad se lo ha pedido a la policía municipal para que periodistas y curiosos no bloqueen la calle tratando de abordar al Borbón cuando llegue en coche. Varios de esos vecinos afirman que la mayoría de la gente, aunque no toda, está encantada de que el Emérito haya elegido su villa para navegar y pasar temporadas, pero menos contentos de la avalancha de periodistas y curiosos que andan de un lado para otro perturbando una vida que, excepto en verano, es muy tranquila.

El viaje del Borbón, más allá de sus connotaciones deportivas, tiene un trasfondo político, incluso institucional, que a nadie se le escapa.

En el encuentro que mantuvieron en La Zarzuela padre e hijo al finalizar hace un año el primer viaje de Don Juan Carlos a España, tras su marcha a Abu Dabi, en una reunión que se prolongó durante cuatro horas Felipe VI y el Rey Emérito se dijeron con claridad y frente a frente lo que nunca se habían dicho con tanta sinceridad. Coincidieron los dos en que tenían una prioridad común: la defensa de España, la Corona y la Constitución. 

Traslado domicilio

En ese encuentro, Don Juan Carlos comunicó a su hijo su idea de trasladar su domicilio fiscal a Abu Dabi y convertir el emirato en su residencia habitual, lo que pareció bien al Felipe. Y coincidieron también en que lo más conveniente sería ir normalizando gradualmente su presencia en España, de manera que no se provocara una nueva polémica cada vez que viajara a Madrid, Sanxenxo o cualquier otra ciudad del país. 

El problema era dónde residir puesto que él mantenía y sigue manteniendo que su casa es La Zarzuela, allí vivió siempre y allí guarda todas sus cosas, pero el Rey Felipe considera que, de momento, no es adecuado instalarse allí ahora, para evitar debates indeseados.

Malestar

No ha sentado bien en La Zarzuela, tampoco en el Gobierno y en otras instancias, que el Emérito tomara de motu proprio la decisión de viajar a Sanxenxo sin comunicárselo previamente a su hijo que es, además, el Jefe del Estado; pero como ya hemos indicado, prefería asumir en solitario esa responsabilidad precisamente para que nadie acusara a Felipe VI de actuar al margen del Ejecutivo. Para él, se trata de un viaje absolutamente privado. 

¿Sabía que provocaría problemas a la Casa Real? Seguro que sí, o al menos lo intuía, pero también es cierto que no existe ninguna prohibición de que viaje a España, su país, que no tiene pendiente ninguna causa judicial. Ningún tribunal ha limitado sus movimientos y, por tanto, puede entrar en territorio nacional como cualquier otro ciudadano.

En cuanto a su hijo, lo más probable es que, en no mucho tiempo, Don Juan Carlos y Don Felipe, en una nueva conversación puedan encontrar puntos de acercamiento si, como es cierto, esta visita a España ha vuelto a alejarles. 

Se quieren a pesar de los problemas y diferentes puntos de vista sobre cuestiones privadas, y los dos hacen esfuerzos para que nunca haya una ruptura total de los fuertes lazos que les unen. Lazos institucionales y familiares.