Diego Izco

TIEMPO MUERTO

Diego Izco

Periodista especializado en información deportiva


La masa

24/05/2023

Pertenezco a una generación que ha escuchado «¡Negro cab..., recoge el algodón!» o «¡Esta noche mira bajo el coche!» o «¡Hoy tú de negro, mañana tu familia!» o «¡Etarras, hijos de p...!» en los campos de fútbol. Objetivamente, hemos mejorado. Hay burradas que desterramos a tiempo y otras que permanecen y que están perfectamente localizadas en determinadas 'gradas de animación', el eufemismo con el que algunos clubes, no todos, miran hacia otro lado para ocultar sus miserias: las de ser incapaces de desterrar a los ultras. Les dan ruido y color. Presión al rival. Y al árbitro. ¿Cómo prescindir de ellos?  
Resulta curioso cómo logran contagiar al resto del campo. Importan una canción (casi siempre desde Argentina) y le cambian la letra, y todos acaban aprendiéndola. «Es que son los únicos que hacen lo que hay que hacer», dice el niño, justificando por qué insulta o grita o canta 'eso'. El ser humano es gregario por naturaleza y la masa tiene un comportamiento extraño, y a veces, en el fragor de la batalla, haces lo que haces porque el de al lado lo hace y él porque lo hizo un tercero y el tercero porque alguien lo dijo primero y todos se contagiaron: me niego a creer que todos y cada uno de los que cantaban el bochornoso «¡Eres un mono, Vinícius eres un mono!» son racistas. 
La masa es perfecta para el camuflaje de cretinos e imbéciles. Se esconden. Xenofobia, homofobia, mala educación... Llevan una bandera invisible, arrancan un grito o un cántico, otros les siguen y, de repente, se sienten felices e importantes. Así como el niño que en los 80 decía esas 'burradas' era un ignorante, pero lo hacía por contagio, existe un alto porcentaje de aficionados que hacen 'seguidismo' sin pensar. Que no es lo ideal, claro, pero ayuda a entender muchos comportamientos y a no generalizar.