Se nota que la maquinaria de los partidos políticos está en plena ebullición ante la inminente cita con las elecciones autonómicas y locales. ¡Hay que hacer ruido!, "mucho ruido", que diría Joaquín Sabina. Esta desenfrenada carrera por lanzar la promesa más sugerente caracteriza desde hace décadas las campañas electorales y, por supuesto, la de mayo no iba a ser diferente. El problema ya no es esa 'guerra' de propuestas más o menos creíbles, sino el atávico incumplimiento de esos compromisos que se airean impunemente para el posterior desconsuelo del personal.

Pero, entremos en detalle. El programa marco del PP para los comicios del 28-M consta de 108 páginas (¡casi nada!) y, como era de esperar, recoge múltiples propuestas. Contiene promesas de rebajas impositivas y el compromiso de incrementar los recursos de la sanidad, la educación, la dependencia, la vivienda y la violencia de género, amén de un largo etcétera de ideas cuyos mentores necesitarían más de dos o incluso tres legislaturas para ponerlas en práctica.

El PSOE, en boca de Pedro Sánchez, anuncia entre otras proposiciones la puesta a disposición de 50.000 viviendas de la Sareb para alquilar a jóvenes y otros colectivos necesitados a precios de saldo, sin parase a pensar en que estas viviendas se encuentran en diferentes situaciones. Tanto es así que muchas de ellas se ubican en municipios sin demanda, otras muchas están ya ocupadas, no pocas aún permanecen en obras y otras tantas todavía ni siquiera se han construido. Sin duda, supone una ensoñación de difícil cumplimiento.

Y en esta carrera disparatada acabamos de ver que Ciudadanos insinúa en su programa electoral adelantar el 10% de la pensión futura a los jóvenes que hayan cotizado al menos 5 años por la compra de vivienda. Ciertamente inaudito, pues no hay ningún cálculo ni plan de viabilidad que lo respalde.

Visto todo lo anterior, quizá no estaría de más limitar o censurar a los partidos políticos que incurran en falacias, anuncios irrealizables o compromisos oníricos.