Ser 'gigante' en cualquier deporte de equipo acarrea desventajas: la presión mediática descomunal, la obligación del resultado, la 'desbandada' ante cualquier 'fecha FIFA' de selecciones… y, cuando llega el verano, la 'operación salida'. Lo que en otros clubes es un camino recto y perfectamente indicado, en los 'grandes' cumple perfectamente con la obligación de todo buen laberinto: cuesta mucho salir. Casi más que entrar.
Sin que el balón ruede, los mercados de fichajes son una de las partes más deseadas de la temporada, no solo porque el aficionado tiene que agarrarse a algo mientras no haya partidos, sino porque se genera la ilusión que alimentará a ese aficionado durante el resto del curso: caras nuevas, nuevas expectativas. Y los 'gigantes' lo saben bien: el Real Madrid ya tiene a Bellingham, el Barça ya tiene a Gündongan… Pero ahora llega la parte más desagradable de 'generar ilusión': hacerle hueco al nuevo.
El Barcelona, concretamente, vive un período incómodo en el que las estrecheces económicas le obligan a desprenderse de masa salarial antes de poder tramitar nuevas fichas. Ya ha logrado quitarse mucho 'lastre' con la marcha de Piqué, Alba o Busquets, pero aún queda mucho por hacer… y la mayoría de futbolistas con la etiqueta de 'transferible' no están por la labor de salir del club azulgrana.
Es el escenario perfecto para representantes como Jorge Mendes, quien está gestionando la situación de Ansu Fati en la entidad: «Ansu se quiere quedar (…) El Barça tiene a un fenómeno», decía el portugués. Sin embargo, cualquier negociador suena con una situación así: un cartel enorme, un 'producto' que se abarata, una situación de presión en la que tienen la sartén por el mango, el tiempo a su favor y en contra del club…
Duración
«Se firman muy alegremente contratos a tres, cuatro, cinco años… y esto es un gran circo: nadie sabe qué pasará mañana». La reflexión de José Luis Mendilíbar describe la 'penuria' por la que pasan los grandes, incapaces de dar salida a jugadores que se devalúan o que no rinden según lo acordado. No son matemáticas: fichar a un futbolista de 100 millones no garantiza nada. Eden Hazard (103 del pago y un sueldo anual de unos 20 millones netos), ya fuera del combinado de Chamartín tras un período desastroso, en el mejor ejemplo.
El Barça, por su delicada situación financiera, tiene a media plantilla en el mercado. Dos de los extremos, Ferrán Torres y Raphinha, tienen todavía mucho tirón en la Premier League… pero ambos terminan contrato en 2027 y sus fichajes están lejos de amortizarse: el valenciano costó 55 millones en enero de 2022, y el brasileño, 58 el pasado verano. Las dos 'piezas' más apetecibles del cuadro culé (Gavi y Araújo) son intransferibles, pero algunos rumores desde Inglaterra y Alemania hablaban de «ofertas mareantes» que podrían poner la planificación -y la 'operación salida'- patas arriba.