El Marqués de La Floresta se muda al Esquileo de Cabanillas

Sergio Arribas
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Alfonso Ceballos-Escalera adquiere este edificio BIC con categoría de monumento para recuperar el inmueble, cerrado hace cuatro años, como vivienda, espacio cultural y de celebración de banquetes y eventos.

El Marqués de La Floresta se muda al Esquileo de Cabanillas

Tienen las llaves desde hace diez días y Alfonso y su esposa Adriana recorren patios y estancias con la ilusión del matrimonio que estrena una casa y sabe la reforma que necesita para convertirla en su hogar. Nada especial, sino fuera porque se trata de un imponente inmueble, de 1.498 metros construidos, sobre una parcela de casi 2.500, de finales del siglo XVIII —asentado sobre otro anterior del XVI—, declarado BIC con categoría de monumento nacional y que pasa por ser la última casa de esquileo que se conserva intacta y en pie de entre las muchas que hubo en los territorios del Reino de Castilla. Es la Casa del Esquileo de Cabanillas del Monte, que ha permanecido cerrada en los últimos cuatro años, cuando pasó a ser propiedad de Bankia, tras el fracaso de su última actividad como espacio para la celebración de banquetes.

Finalmente, la entidad sacó a la venta el inmueble en 2017 como «vivienda unifamiliar» a un precio de 644.000 euros y es ahora cuando se ha consumado la operación de compra por parte de Alfonso Ceballos-Escalera, primo del anterior inquilino y propietario, el vizconde de Altamira, Rodrigo Peñalosa. «Es un romántico», dice Adriana Pérez de su esposo Alfonso Ceballos-Escalera, catedrático y abogado segoviano, que ostenta el título de marqués de la Floresta, doctor por tres universidades públicas, autor de 48 libros y 470 artículos publicados, y uno de los mayores expertos españoles en heráldica.

«Bueno, en esta aventura también hay un componente de romanticismo, este edificio ha sido al menos 300 años propiedad de mi familia», afirma el marqués de La Floresta, que elude detallar la cifra de compra, aunque desliza que ha optado por desprenderse de parte de su patrimonio inmobiliario para adquirir una casa que, antes de un mes, será su vivienda habitual.

Sobre la nave del esquileo se abre un oratorio o capilla, que permitía escuchar misa los domingos y festivos a los esquiladores.Sobre la nave del esquileo se abre un oratorio o capilla, que permitía escuchar misa los domingos y festivos a los esquiladores. - Foto: Rosa Blanco

Aquí reside una de las razones por las que la Casa del Esquileo no ha suscitado una avalancha de compradores. «Esta casa hubiera tenido muchos novios como casa de turismo rural, es decir, como negocio, pero no se puede, porque está catalogada como vivienda unifamiliar. Y yo me vengo a vivir aquí», comenta el aristócrata, que ya ha trasladado al edificio su inmensa biblioteca, unos 15.000 volúmenes que esperan en decenas de cajas de mudanza. En los próximos días y semanas trasladará muebles centenarios, cuadros y tapices a un edificio de estancias vacías y que muestra las evidencias de siglos de antigüedad y de años de abandono, especialmente en algunas techumbres y en los jardines de la finca, donde la hierba y maleza ha crecido sin control, la hiedra ha trepado hasta ocultar parte de las fachadas y no pocos árboles acusan enfermedad.

«Necesita una rehabilitación a fondo, aunque tampoco grandes intervenciones. Los tejados son los que están en peor estado, porque el resto está bastante bien», comenta el nuevo propietario, que recuerda cómo, de pequeño, acudía a «merendar» a la casa de quien fuera su tía-abuela, la hija del VII Marqués de Lozoya, Ventura Contreras y López de Ayala, madre de su tío Luis Felipe de Peñalosa y Contreras «con el que tuve mucha vinculación».
pilares del proyecto. Alfonso Ceballos-Escalera sostiene que su proyecto de recuperación del Esquileo se sustenta en «tres patas»; la primera responde a su deseo de tener una «casa grande» en Segovia, a donde siempre quiso volver, después de viajar por medio mundo por motivos profesionales. De hecho, «soy residente en Roma donde también trabajo desde hace seis años», afirma.

La segunda motivación obedece a un proyecto «vital», que pasa por impulsar la creación de una Fundación cultural capaz de poner en valor este monumento nacional. Se trataría de convertir la Casa del Esquileo en un nuevo espacio cultural de primer orden, capaz de albergar desde las sesiones de cine que organiza el ayuntamiento de Torrecaballeros para sus vecinos hasta conciertos de música clásica, caso de los de la Sociedad Filarmónica de Segovia.

Entre las sugerencias, la de instalar unos paneles explicativos sobre la función de esquileo que tuvo el inmueble —unas 15 personas al mes visitan hoy el edificio—. «Estamos pensando en los escolares de los colegios de la zona. Y lo haremos, porque ya he buscado financiación y no le costará nada al ayuntamiento de Torrecaballeros», dice el propietario.

La futura Fundación —abierta a la participación de instituciones y mecenas particulares— también podría gestionar un servicio de consultas, dirigido a investigadores, sobre los fondos bibliográficos que posee Ceballos-Escalera; amén de la celebración de jornadas literarias y culturales, como la que él mismo coordina, desde hace diez años, en Santa María de Cayón (Cantabria), con la presencia de destacadas personalidades del mundo de las letras, como Juan Juaristi o Juan Manuel de Prada.

No obstante, la Fundación sería «viable», aclara su promotor, con la «tercera pata» del proyecto, que pasaría por rentabilizar la sala del esquileo, la más amplia, donde aún se conservan las pinturas o ‘grafitis’ que los pastores y esquiladores hicieron con almagre. 

Se trata de una sala dotada con calefacción de suelo radiante, que puede convertirse en un espacio para la celebración de banquetes y todo tipo de eventos sociales. «Aquí se han dado bodas en diciembre, nevando fuera, y la gente estaba muy a gusto», apunta Alfonso Ceballos-Escalera. La idea es que la futura Fundación se «sostenga» con los ingresos que reporten «algunos eventos al año, quizá una docena». «No soy empresario —aclara— pero me da la impresión de que puede ser rentable. Con este fin me están preparando ya un plan de negocio».

El nuevo propietario de la Casa del Esquileo admite que, además de la compra del edificio, deberá afrontar durante el primer año una inversión, entre 150.000 y 200.000 euros, en obras de rehabilitación y adaptación del inmueble. De momento, ya ha programado un primer acto, el 12 de octubre, al que invitará a amigos y autoridades de Segovia para explicar el proyecto que aspira a devolver el esplendor que tuvo el histórico inmueble.

UNA JOYA. La Casa del Esquileo de Cabanillas es, según explica su nuevo propietario, la única muestra que queda  en pie en España de una hacienda dedicada a despojar de su vellón de lana a los rebaños de ganado merino transhumante. El origen de la explotación lanar se encuentra en el siglo XVI, cuando pertenecía a la familia Bermudez de Contreras, entonces dueños de unas 8.000 cabezas lanares transhumantes. Se sabe que en 1752 era propiedad de Miguel Antonio de Dueñas, de Medina del Campo (Valladolid), quien, cinco años después, lo vendió a Gabriel de Herrera y Silva, un rico ganadero segoviano, autor de la reconstrucción del conjunto, que terminó en 1762. Una de sus nietas contrajo matrimonio con el IV Marqués de Lozoya, Luis de Contreras, que lo incorporó a su patrimonio en 1798. Sucesivos matrimonios derivaron en que la propiedad pasase a manos de la familia Peñalosa Izuzquiza. Rodrigo de Peñalosa, vizconde de Altamira, fue el último propietario, tratando de revitalizarlo con ‘exhibiciones’ de esquileo y lugar de celebración de banquetes. En 2004 acogió la boda del sobrino del rey Juan Carlos, Beltrán Gómez-Acebo y Laura Ponte, con presencia de la familia real española al completo. Pese a aquel prometedor inicio, el negocio no cuajó y la crisis económica y «dificultades testamentarias», apunta Alfonso Ceballos-Escalera, terminaron por que el edificio pasase a manos de Bankia.

El complejo, declarado BIC en 1997, conserva intacta su estructura del siglo XVIII. Está formado por cuatro edificios —casa principal, el esquileo, la casa de pastores y la casa de guardas— adosados entre sí y articulados alrededor de varios patios. El espacio más espectacular es el recinto del esquileo, de planta rectangular y dividido en dos zonas: el sudadero —dependencia angosta donde se introducía el ganado la noche anterior para que el sudor facilitarse la labor del corte— y la nave propia del esquileo, con grandes ventanales, sobre el que se abre un oratorio o capilla, integrado en la vivienda, que permitía oir misa los domingos y festivos sin cesar la labor.

«En los meses de mayo y junio, cuando venían los rebaños de Extremadura, aquí se juntaban 40 esquiladores. Luego la lana se mandaba a una docena de molinos de lavar lana de Segovia» en las riberas del Eresma, explica Ceballos-Escalera, que precisa que en el de Cabanillas se esquilaban unas 15.000 ovejas al año; aunque había otros, como el que existía en el rancho de Torrecaballeros, donde la cifra superaba las 45.000.