El Madrid y la explicación más sencilla

Diego Izco (SPC)
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Entre la diana del 1-0 y la increíble parada de Courtois a Sterling solo pasaron 97 segundos. La brutal batalla táctica del Etihad volvió a coronar a Guardiola: el City, una máquina

Puede que 90 minutos en el Bernabéu sean muy largos, pero dos son suficientes: en el 21, Benzema enganchó un rechace en el área pequeña del Chelsea e hizo el 1-0, en el 23, Courtois sacó una mano irreal en un remate a bocajarro de Sterling y evitó el 1-1. Ya está. Apenas 97 segundos (20 en el último clásico entre el paradón a Lewandowski y el gol de Vinícius). Sin explicaciones tácticas, bloques bajos, falsos interiores ni triples pivotes. Un delantero que las mete y un portero que las para, la fórmula con la que el pasado año conquistó una Champions imposible: basta recordar las actuaciones del francés en las remontadas en casa o los 'guantazos' del belga en todas las eliminatorias y en una final épica. El fútbol puede ser bello por sencillez o por complejidad, y en Europa el cuadro merengue elige la vía fácil. Y le sale: que los buenos hagan lo suyo y los demás no se equivoquen. 

Errores

La diferencia entre el Madrid y los 'otros' está en el error y la fortuna. Fofana mide mal lo que Militao siempre calcula bien, y Vinícius mete la puntita de la bota para generar el 1-0. Cucurella sale donde Alaba nunca arriesga y por su hueco se cuela Rodrygo y se genera la expulsión de Chillwell. James se pone de espaldas en un córner, su rival saca rápido y marca el 2-0 porque ningún defensor fue a la corta. ¿La fortuna? Por ejemplo, que el mejor zaguero sobre el campo (Koulibaly) se lesione, o que esa pelota de Asensio que se cuela entre las piernas de Fofana de repente elige la punta de la bota de Rüdiger en un remate a bocajarro de Mount. Pero eso, en el Bernabéu, ya ni cotiza.  

Intensidad

Para explicar el City-Bayern hacen falta argumentos más sesudos, sin embargo. Es la eliminatoria estrella de cuartos, una de esas 'finales anticipadas' que riegan el camino hacia la 'final verdadera', y respondió punto por punto a las expectativas. De entrada, las sensaciones: en la buena época del 'big three' del tenis (Nadal, Djokovic, Federer) había partidos entre ellos que no parecían especialmente brillantes, pero tenían tal intensidad que cualquier otro jugador sobre la pista habría salido a raquetazos de ella. Solo ellos podían aguantar el ritmo que imponía el contrincante. Y eso era lo del Etihad: una partida de ajedrez disputada con guantes de boxeo, un duelo de titanes que hubiesen arrollado a cualquier otro adversario.  

Genialidades

Guardiola tiene su escuadrón de 'haters', pero cualquier amante del fútbol reconoce sus genialidades. Lo ha vuelto a hacer con Stones, Grealish o Bernardo Silva, por ejemplo. El primero era un central cabeceador con pintas de 'hooligan' que ahora pivota por todo su campo; el segundo, un virguero 'guapete' que ahora recorre kilómetros y recupera balones con fiereza; y el tercero, un mediapunta que se ha convertido en el futbolista más completo de la Premier League: lo hace todo y todo bien. Ante el Arsenal fue el lateral zurdo que paró a Saka, ante el Bayern el extremo derecho que le tiró caños a Davies. También ha rescatado a Aké, pulido a Rodri… e incluso trabajado a Haaland, que cada vez lee mejor los huecos donde sucederán las 'cosas' que matan los partidos. Cualquiera que llega a un gran banquillo puede tener un 'plantillón'. Hacerlo jugar es otra cosa.  

Un italiano

Habrá (salvo sorpresa) un italiano en la final. Perdieron las dos 'cenicientas' de la Champions, los dos 'medianos' que habían cuestionado con fútbol y brillo el imperio de los 'gigantes'. El Benfica se estrelló (0-2) ante la solidez de este nuevo Inter de Inzaghi, pétreo y con una dupla de medios (Brozovic-Barella) que devora el campo y equilibra todo su juego. Y el Nápoles lo intentó por todos los medios ante el Milán, pero una genialidad de Brahim Díaz desequilibró el choque y el 1-0 arderá dentro de cinco días a los pies del Vesubio. El lado transalpino del cuadro premiará la regeneración de una Serie A que ha apostado por técnicos alegres como Pioli o Spalletti, directores de un Milán-Nápoles digno de las mejores noches de la Liga de Campeones.