Rafael Monje

DE SIETE EN SIETE

Rafael Monje

Periodista


El calor que tanto calienta la inflación

22/10/2023

Aunque desde un punto de vista científico la relación entre la temperatura y la inflación no ofrece aún evidencias contrastadas, ya que el encarecimiento de los precios tiene más que ver con la oferta y la demanda, la política monetaria y los costes de producción no son factores económicos ajenos al impacto del cambio climático. De hecho, son varios los expertos que ratifican que ya no solo las crisis sanitarias, los conflictos bélicos o los intereses de mercado constituyen las causas más frecuentes que propician las fluctuaciones de precios al alza, sino que ahora hay que tener en cuenta otros motivos como son las épocas estivales, cada vez más calurosas en casi todos los puntos del planeta. Los veranos calurosos calientan la inflación y España es uno de los países más afectados. 

Las condiciones climáticas extremas, como sequías o inundaciones, inciden directamente sobre la producción de alimentos y energía, lo que, a la postre, influye de manera directa sobre los precios. Cada vez es más evidente que las temperaturas más altas y continuadas tienen mayor impacto negativo en la economía y, sin duda, el sector primario es uno de los que más sufre esta tendencia que también salpica el rendimiento empresarial y el consumo energético.

Un reciente análisis del BCE revela que cuando el estrés climático se produce durante la estación veraniega, las altas temperaturas provocan importantes subidas de los alimentos no elaborados, fundamentalmente en el corredor mediterráneo europeo. Y en particular, Castilla y León aparece como la región tipo que más sufrirá sus consecuencias al centrar su economía, en gran medida, en la producción agroalimentaria y, además, experimentar un claro proceso de desertización.

Pero el efecto del clima y, en concreto, los períodos calurosos cada vez más largos tienen no sólo una implicación sobre los alimentos, sino que también repercuten en la inflación de los servicios y en el sector turístico, que en el caso de España son también pilares fundamentales de la economía. Si las altas temperaturas, sobre todo en los periodos estivales, persisten y sobrepasan los umbrales de tolerancia óptima, van a provocar la migración de turistas a otras zonas donde la climatología es más benévola. Como consecuencia de ello, serán los países situados al norte de Europa los que recojan nuestra pérdida de viajeros, provocando una caída en el tradicional turismo de sol y playa.

La cuestión ahora es determinar qué medidas habrá que adoptar para revertir lo que ya se intuye a pasos agigantados. Y lamentablemente este escenario no parece formar parte de la agenda política, cuando estamos en un momento de emergencia que amenaza nuestra estabilidad, nuestro futuro económico e incluso nuestra subsistencia básica. Si además a este desastre, digamos natural, le sumamos lo que el ser humano aporta de maldad e impericia, la cosa pinta poco halagüeña.