Hace 20 años, el 12 de junio de 2003, falleció Gregory Peck, uno de los actores más carismáticos y populares del Hollywood clásico. Sus restos descansan en una sencilla tumba situada en la cripta de la Catedral de Los Ángeles, la ciudad en la que vivió y murió. TCM le recordará emitiendo algunas de sus películas más famosas. Un homenaje que se completará con el estreno en exclusiva de Gregory Peck, el gran actor, un documental dirigido por Grégory Maitre en el que se repasa la trayectoria personal y artística de esta gran estrella y que recoge los testimonios de uno de los hijos de Gregory Peck (Carey Peck) y de Audrey Hepburn (Sean Hepburn Ferrer), así como de su biógrafo Michel Senna.
Gregory Peck nació el 5 de abril de 1916 en La Jolla (California). Sus padres se divorciaron cuando solo tenía cinco años y el pequeño se crió al lado de su abuela, una mujer que le llevaba al cine todas las semanas. Gracias a este hábito surgió su vocación de actor. Durante unos años se marchó a la Costa Este, a Nueva York. Allí se matriculó en la escuela de Martha Graham, una pionera de la danza moderna. «Estudié con ella no para aprender a bailar sino para saber moverme en el escenario. Pasé tres horas a la semana en su clase durante dos años. Su mirada era directa y penetrante, pero muy cálida», recordaba. En 1942 debutó en los escenarios de Broadway y un año después ya estaba en Hollywood rodando su primera película, Días de gloria, dirigida por Jacques Tourneur, un film que narra la resistencia soviética frente a la Alemania nazi en la Segunda Guerra Mundial.
«Actuando en una película tras otra, Peck tuvo la oportunidad de desarrollar su técnica actoral, su voz profunda, su sonrisa triste y su actitud elegante», se narra en el documental. A lo largo de su carrera trabajó a las órdenes de los mejores directores, como Alfred Hitchcock, con el que no se llevó precisamente bien durante los rodajes de Recuerda y El proceso Paradine, según se cuenta en el filme que estrena TCM. También trabajó con realizadores como William Wyler, Raoul Walsh o Robert Mulligan, que le dirigió en Matar a un ruiseñor, en la que el actor interpretó al que fue el personaje favorito de toda su carrera, el abogado Atticus Finch, papel por el que ganó su único Oscar. Con Vincente Minnelli filmó Mi desconfiada esposa, con King Vidor El vengador sin piedad, con Elia Kazan La barrera invisible y con Henry King El pistolero.
Gregory peck, un icono del Hollywood clásicoPeck interpretó casi siempre a personajes que encarnaban virtudes sencillas y nobles, seres que tenían profundas convicciones éticas y morales. De hecho, un crítico escribió en una ocasión que el público se identificaba inmediatamente con los papeles que interpretaba porque llevaba dentro lo mejor de todos nosotros. Así, los papeles de malo son una excepción a lo largo de su carrera, aunque sean tan recordados como el del Capitán Ahab en Moby Dick o el del médico nazi Josef Mengele en Los niños del Brasil.
En Gregory Peck, el gran actor se habla también de su romance con Ingrid Bergman, de su divorcio con su primera mujer, Greta Kukkonen, y de cómo una periodista francesa, Veronique Passani, se convirtió en su segunda esposa.
También se recuerda uno de los momentos más amargos de su vida: el suicidio de su hijo Jonathan con 30 años.
Gregory peck, un icono del Hollywood clásicoSe repasa asimismo su trabajo al lado de actrices como Audrey Hepburn en Vacaciones en Roma. En el documental, el hijo de la actriz, Sean Hepburn Ferrer, cuenta cómo Peck insistió para que el nombre de Audrey Hepburn, que era una debutante, figurase en el cartel de la película al lado del suyo, por entonces ya una estrella consagrada.
«La suerte solo te llega cuando empiezas», afirmó el actor. «Es más difícil llegar a lo más alto y mantenerse ahí», apuntó. Algo que él consiguió a lo largo de su carrera. Dos décadas han pasado desde su muerte y todavía, y durante mucho tiempo, se le recordará como uno de los más grandes del cine.