Luís Montenegro, el nuevo primer ministro de Portugal a resultas de la victoria de su Alianza Democrática, de centro derecha, en las últimas elecciones generales, ha cumplido ya su principal promesa de campaña, cosa nunca vista en nuestro país desde los tiempos de Rodríguez Zapatero, que se comprometió a sacar inmediatamente las tropas españolas de la guerra de Irak, y las sacó. Uno y otro han dado una lección de honestidad política, pero la que ha dado Montenegro en Portugal es una que debería asimilar la derecha española si quiere detener su dilución en la ultraderecha y tener en el futuro a alguien, fuera de ésta, con quien pactar. Luís Montenegro prometió que en ningún caso abriría su gobierno a Chega, el Vox portugués, y, en efecto, le ha cerrado la puerta del nuevo ejecutivo a cal y canto.
Ahora bien; con ser muy valiosa esa lección (una persona vale lo que vale su palabra), su partido, el PSD, y su rival socialista saliente del gobierno, el PS, han dado juntos otra de mayor calado si cabe: se turnarán en la presidencia de la Asamblea, dos años cada uno, para, compartiendo así responsabilidades de Estado, consolidar una legislatura a la que, además, el Partido Socialista ofrecerá su oposición constructiva, positiva, para sacar adelante cuanto de interés general se legisle para el bienestar de los portugueses. ¿Algún parecido con lo que ocurre aquí? Ninguno.
Muchas cosas podríamos aprender del país hermano si no nos creyéramos tan lejos de él, pero de ésta exhibición de cortesía, sentido común y patriotismo necesitaría aprender particularmente el Partido Popular de Feijóo, rehén allí donde gobierna de los amigos de Trump y Milei, y embarcado en una guerra feroz, sin cuartel, esterilizante y sin propuestas alternativas contra el Gobierno y contra todas y cada una de sus acciones. Estar en la oposición no es estar con un cuchillo entre los dientes todo el rato, ni mal meter en la Unión Europa contra el Gobierno de España, ni pretender laminar la Memoria, ni insultar y calumniar al presidente, a los ministros y a los diputados de todos los partidos representados en el Congreso, salvo a los de Vox precisamente. Estar en el gobierno o en la oposición como dios manda es hacer como han hecho en Portugal.