La verdadera moción de censura, y la que ha triunfado, obligando a Sánchez a disolver las cámaras y convocar elecciones, ha sido la del 28-M. El trastazo descomunal que se ha metido el PSOE, a quien han sacado a votazos de ayuntamientos y comunidades autónomas, ha dado, como segunda parte de la ecuación, que el acorralado líder haya optado por la única salida, personal, que le quedaba. Personal porque lo que busca, presentándose como candidato, es su propia aunque difícil salvación, aunque esto pueda significar por contra dejar al PSOE aún mucho peor de lo que está.
Pedro Sánchez no pensó en la reunión nocturna con su sanedrín privado donde tomo su decisión en otra cosa que en su interés, porque sabía que la rebelión interna iba a ser un hecho irremediable, porque su gobierno estaba partido en tres y porque se iba a quedar en las Cortes cada vez más aislado y sin apoyo de quienes lo han sostenido hasta aquí. Si acaso el bien cebado y goloso Bildu, que ha sido el mayor beneficiario de sus cesiones y políticas.
Pero hay algo evidente en lo sucedido y que es lo que no quiere no solo ver sino que con la finta pretende ocultar. Y es que el principal, clave y determinante problema del PSOE es él. Porque está claro que va a ser el candidato y no hay peor candidato que él. La demostración empírica es lo que ha salido de las urnas y emitido el demoledor mensaje por mucho que su tropa de voceros lo intente tergiversar.
Pedro fue pedrisco. Fue su nube la que arrasó las tierras y predios socialistas. Por donde ha pasado no ha dejado fruto vivo. Tan solo se ha salvado quien más procuró ponerse a cubierto de su influjo, Emiliano García-Page, y no sin sufrir heridas. El PSOE es un campo arrasado y sus fortines escombros. Ha perdido siete gobiernos autonómicos, Canarias también cuenta, además de Aragón, Comunidad Valenciana, Baleares, Extremadura, Rioja y Cantabria donde estaba en la cuna con Revilla y 16 capitales de provincia, entre ellas Sevilla, Valencia, Valladolid, Toledo, Albacete, Cáceres, Burgos, Segovia, Granada y Huesca y otras grandes ciudades como Badalona, Gijón, Linares, Móstoles o Talavera. La más grande que les queda es Vigo. Un descalabro descomunal y donde quienes más han sufrido han sido quienes estaban más a su arrimo.
Él es autor de la catástrofe y a quien iban dirigidas las patadas que han acabado dando en las posaderas de alcaldes y presidentes. Iban contra el Pedro Sánchez de las traiciones, las mentiras, los pactos con bilduetarras y separatistas y la campaña a lo Romanones desparramando millones que no son suyos, regalando pisos sin techo y hasta sin ni siquiera solar donde construirlos y comprando votos a duro.
La costalada si acaso puede que sea haya aminorado un algo precisamente no estar él en la papeleta y votarse gestiones de gentes que en ocasiones no lo había hecho más y han sido castigados por derivación. Con Sánchez en el cartel pienso que hubiera sido mucho peor. Y la lógica indica por ello que la cosa en julio puede terminar con el parido definitivamente deshecho al unir ya toda su suerte al caudillo que se la juega a vida y a muerte. ¿Pero tiene el PSOE que jugársela también?. Yo creo que no.
Es de una evidencia innegable que los votantes han ido con la mayor saña contra quienes más de se han identificado en la campaña con él y que se ha salvado precisamente el único que oso llevarle más la contraria, Emiliano García Page. Vean lo que les ha sucedido a sus más fervorosos palmeros, Óscar Puente, el alcalde de Valladolid, el reconvertido Vara y los de Extremadura, o los de Sevilla y el conjunto de Andalucía, o los de Zaragoza y de Aragón.
Y no hay en esto más clamoroso ejemplo que lo sucedido en Castilla-La Mancha. Page se libró, pero miren lo que ha pasado en Puertollano y Toledo. Fue en el primer lugar donde el PSOE no había perdido desde que las ranas tenían pelo, y donde fue alcaldesa y ahora es la cara más visible y portavoz, Isabel Rodríguez, donde dio el único mitin en toda la Región y donde el PSOE tiene perdida ahora la alcaldía. Igual que ha sucedido en Toledo, donde su alcaldesa, Milagros Tolón, sanchista desde primera hora y que no ha dejado nunca de proclamar tal condición y por donde Sánchez también apareció en precampaña en un acto a puerta cerrada, se ha encontrado con que quien tiene mayoría sumando con Vox es el popular, Carlos Velázquez, el gran vencedor de su partido en clave local, regional y puede que de futuro también.
La cuentas que los tezanistas han comenzado a dar son sencillamente hacerse trampas al solitario. Los siete millones del PP en las municipales son en unas generales pero que bastantes más. Enfrente de Sánchez está además un Feijóo humilde y contenido hasta en el balcón madrileño de la victoria, que le ha sacado ya 800.000 votos, cuando antes en 2019, el PP había perdido por millón y medio de diferencia y que ha obligado a su rival, tras habérselo llevado a su terreno a disolver el Parlamento con esa moción de censura de las urnas, así lo dijo el gallego cuando le decían que se apuntara a la otra, que han dictado un auto muy contundente.
Son esos millones de votos y esos gobiernos y alcaldías los que señalan un futuro que ahora ya está al alcance de la mano del líder de los populares, que ha sabido unir a su antes desnortado partido y aprovechar sus mayores activos y conjugar para bien las distintas sensibilidades y matices, convirtiéndolos en sus puntas de lanza. Es lo que ha hecho con Juanma Moreno, Isabel Díaz Ayuso y el alcalde de la capital, Almeida, o Jorge Azcón y tantos otros que vamos que ahora vamos a ir conociendo mucho más. Tiene el viento a su favor y está subido en la ola del triunfo con un sencillo mensaje primordial que es, visto lo visto, el que más gente, y de muy diversos sitios y sensibilidades, quiere escuchar: Echar a Sánchez y acabar con el Sanchismo.
El mensaje socialista también lo sabemos ya. En realidad es el que llevan replicando y repicando desde hace ya mucho tiempo. Parar a la extrema derecha y agitar el espantajo de que viene Vox.
Y a mi me parece que el mantra ya no da para más, porque la formación de Abascal, dejando aparte Madrid, donde Monasterio y Ortega han pagado torpezas, errores, fantasmadas y votos con la extrema izquierda para impedir leyes y proyectos beneficiosos para la ciudadanía, se ha convertido a escala nacional en necesaria e imprescindible. Se ha ganado su derecho a estar en los gobiernos de comunidades y ayuntamientos por la sencilla razón de que eso es lo que ha votado el pueblo soberano.
La monserga, mantra con la que ya en la noche electoral los voceros sanchistas querían convertir en el talismán y bálsamo de Fierabrás, y ahora elevaran a cantata general, de tan sobada, repetida y aplicada a todo aquel que les lleve la contraria --han llamado ya fachas a dos terceras parte casi de la humanidad-- cada vez hace menos efecto y le acaba por importar apenas nada al personal. Es también el argumentario esencial de sus socios podemitas en sus diferentes acepciones, que han sufrido un desplome aún mayor hasta caer en la irrelevancia. Iglesias y sus sacerdotisas han desaparecido casi por completo del mapa, Yolanda y su parva, de Barcelona al Levante, han sido la suma restante, pero ahí están todos diciendo que ellos son la verdad y la bondad reveladas, la culpa la tiene el pueblo, ignorante y descarriado, por no haberles votado.
Sánchez se lo juega todo a su carta personal, es su única posibilidad de supervivencia, pero para su partido, si del susto pasa en menos de dos meses a muerte, puede ser aún más letal.