Este miércoles protagonizaba la sesión en el Congreso de los Diputados. Este viernes le tendremos recorriendo Polonia, Noruega e Irlanda. Dentro de cuatro días, en Eslovenia; a continuación, en el Consejo Europeo en Bruselas, para regresar a toda prisa a España para participar en la jornada de cierre de la campaña electoral vasca. De Pedro Sánchez se pueden decir, sin duda, muchas cosas, buenas, regulares y malas. Pero, desde luego, no que no se mueva. ¿Se mueve en la dirección correcta o más bien corre en todas las direcciones, de manera precipitada, sin fijar un rumbo concreto?
Yo pienso que la prioridad de Sánchez, hoy por hoy, es la electoral. Este mismo jueves ha convocado una 'cumbre' en la Moncloa para hablar de vivienda, que es tema recurrente, lo mismo que las promesas de creación de empleo o las fotos con dirigentes de otros países, en campaña electoral. Y conste que a mí eso que se llama 'electoralismo' me parece positivo, por entender que es lógico que las campañas electorales aviven las políticas constructivas y de bienestar... Cuando las promesas se cumplen, claro. Lo malo es que esas mismas campañas, ya se vio este miércoles en la sesión del Congreso de los Diputados, o el martes en el Senado, también enconan las ya pésimas relaciones entre las dos formaciones capitales para vertebrar España, PSOE y PP.
Sánchez aprovecha incluso sus desplazamientos oficiales para, de alguna manera, hacer campaña para las elecciones europeas, que los socialistas tienen muy comprometidas y, al mismo tiempo, en un alarde de ubicuidad, está transformando el país 'a su modo' sin hacer la más mínima concesión a cualquier tipo de pacto transversal. Cuando concluya -cuando sea, no creo que más allá del primer semestre de 2025- la presente Legislatura, habremos comprobado que, en seis años de mandato, Sánchez ha transformado, no siempre para bien, muchas cosas: desde el Código Penal hasta determinados elementos de la Justicia o la concepción de lo que ha de ser un Parlamento.
Eso, para no hablar de la conciencia moral y de las formas en política que me parece que dejan bastante que desear. Cuando volvamos la vista atrás y hagamos balance, seremos plenamente conscientes de que a este país no lo va a conocer ni la madre que lo parió, como decía Alfonso Guerra en muy otro contexto. La nación que se va a encontrar Feijóo, que, atendiendo al menos a las encuestas, es el más lógico y probable sucesor de Sánchez, cuando toque, va a necesitar una reflexión muy profunda. Un cambio en talantes y talentos. Creo que ya es hora de que llamado líder de la oposición se muestre consciente de que su papel está en la regeneración de la política nacional, en que dejemos de deambular como pollos sin cabeza, tarea en la que el propio Feijóo se ha convertido de alguna manera en algo cómplice del correcaminos.