Desde la pequeñez que somos y la grandeza que también nos habita, quiero orar por el Papa Francisco, quien desde su humildad herida en la pompa de las formas fue un gran hombre. Y fue un gran Papa, discípulo de un predicador que no tuvo en la vida más que su palabra y el camino.
Dios no es patrimonio de nadie. El dolor es patrimonio de todos. La felicidad también, luminosa a veces y apagada otras para demasiada gente.
El dolor de Cristo en la cruz lo sintió el Papa en el rostro de tantos hambrientos y desesperados como hay en el mundo y a nadie importan. No pudo darles ni pan, ni cobijo, sólo a algunos en las iglesias y misiones de los que tienen el Evangelio como única bandera.
Hizo con su iglesia lo que pudo por amainar el llanto y la desgracia persistente, por parar el fuego de las guerras que destrozan todo, por llenar los estómagos de los hambrientos.
No pudo resolver todos los problemas que hay en el mundo, es imposible, pero al menos les dio el consuelo de su fe.
Aunque no pudo multiplicar los panes y los peces, les habló de un Dios compasivo que algún día, o algún no día, los acogerá en sus brazos para siempre.
Estoy seguro de que ese consuelo para los materialistas es inútil, pero estos no suelen tener soluciones o esperanzas para el mundo.
El Papa, con su palabra, débil instrumento de mucha fuerza, a muchos llevó la calma, la sonrisa y la esperanza.
En cualquiera de los peores días de su vida, que son casi todos, los desheredados sintieron que aquel sufrimiento acabaría transformado en amor. Con esa esperanza seguro que muchos se levantaron de la cama con fuerza para luchar en una vida amarga.
Los de derechas miraron sus hechos más cercanos y los de izquierdas también.
A unos y otros les dijo que él no era Dios, que solo era un hombre que había entendido el mejor o único mensaje de Cristo: Que sólo el amor es la luz de la vida; solo el amor la posibilidad de una felicidad plena; solo el amor es el camino en el que habrá árboles frutales y sonrisas.
Les dijo que sólo el amor podrá salvarnos de nosotros mismos.