Javier Guerra se considera un afortunado por haber podido plasmar en la Maratón de Sevilla todo el trabajo realizado durante meses y haber sellado su clasificación para los Juegos Olímpicos. Otros no han tenido esa suerte, aunque para él ya ha empezado a correr también el reloj si es que al final se celebra la cita de Tokio. En su opinión, «se debería aplazar porque es una incógnita lo que va a pasar, todavía se tienen que disputar pruebas clasificatorias y la preparación no va a ser lo misma».

Ya ha tenido una conversación con el seleccionador para saber cuál sería su situación en caso de que eso ocurriera. «Pero ahora mismo no se puede adelantar nada porque las circunstancias cambian casi cada hora», señala tranquilo. Su prioridad ahora es cumplir el plan de trabajo que le ha diseñado su entrenador, que incluye trabajo de gimnasio (con el poco material que tiene) y rodillo con una máscara y un generador de aire para simular entrenamientos en altitud. Dos horas por la mañana y otra por la tarde en su casa de La Lastrilla, donde intenta por todos los medios ser positivo: «A nivel mental te hace mella estar así. Es mi principal preocupación, pero trato de pensar que lo que estoy haciendo me va a servir en el futuro».