Diario de resistencia (segunda semana)

Sergio Arribas
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«Hay que pisar la lejia» reza el cartel en el escaparate de la farmacia. Es un cartón a la entrada impregnado del desinfectante. ¿Estamos ya paranoicos? Tenían razón, la cosa va «a peor»

Farmacia de La Lastrilla, hace una semana. - Foto: S.A.

Escribir un diario siempre lo percibí como algo infantil, inmaduro o adolescente. Hasta que cayó en mis manos ‘El Diario de Ana Frank’, donde la pequeña Ana, de apenas trece años, relata los dos años en que permaneció oculta de los nazis con su familia alemana de origen judio, en Ámsterdam. Lo hizo hasta que fueron descubiertos. Ana Frank y su hermana Margot pasaron después por varios campos de concentración. Murieron en el de Bergen-Belsen ambas de una epidemia de tifus.

No sé aún por qué arranco este diario con la referencia a Ana Frank, quizá porque sea un símbolo de resistencia; quizá porque supieron que su confinamiento era su única tabla de salvación ante las amenazas del exterior. Y quizá porque la escritura fue —paradójicamente—su refugio.

En aquella oculta buhardilla de Ámsterdam no había wifi. Aquello sí era un aislamiento. Pese a que nos avisan que  «lo peor está por llegar», frente a la pandemia del Covid-19 quiero desterrar pensamientos negativos y aferrarme a la idea de que «¡Todo va salir bien». «No se puede estar con miedo y en la cárcel», que diría mi amigo Chas.

El Ejército en la plaza de la Constitución, en La Lastrilla, el domingo pasado.El Ejército en la plaza de la Constitución, en La Lastrilla, el domingo pasado. - Foto: S.A.

Viernes 20 marzo.Tengo todos los síntomas. Por fortuna no son los del Covid-19, sino los de esta ‘cuarentena’ que lo derrotará; el principal, el echar de menos a los míos.  Mis padres, que superan los 70 años, tienen tos, congestión…. Pero no tienen fiebre. Estamos en vilo. El compañero de Miranda de Ebro se va recuperando. Mi amigo hospitalizado en Segovia experimenta leve mejoría. El balance es positivo.

«Empieza el día con energía», me autoconvenzo, recitando el eslogan del Ceregumil, ese complemente energético de origen natural. Tras el estrés del día anterior —tocaba cerrar la edición en papel— me levanto con agotamiento mental. Las noticias se agolpan. Las residencias de mayores acumulan 22 fallecidos, 8 en Segovia que encabeza el ranking. Duele en el alma.

Una vela –que estaba arrinconada en un cajón de casa— y una humilde tarta Contessa nos sirven para celebrar el cumpleaños de Tere, mi pareja, compañera de confinamiento. Nada que ver con el año anterior, donde nos juntamos para festejar la efémeride casi 20 personas en el piso, desalojadas por una llamada de aviso de la vecina.

Raquel, propietaria del 'súper' del pueblo, atiende a los clientes con guantes y mascarilla.Raquel, propietaria del 'súper' del pueblo, atiende a los clientes con guantes y mascarilla. - Foto: D.S.

Es un día con aluvión de felicitaciones en un cumpleaños que nunca imaginamos que podríamos celebrar como Charlot en ‘Luces de la ciudad ’ (1931). Es el día de las videoconferencias por whatsapp: con  amigos, como Rafa y Cristina que llaman de Torrejón de Ardoz (Madrid), con mi hermano Roberto, Silvia y su hija Candela. «Tito, echo de menos el colegio y mis amigos», dice, espontánea mi sobrina, de cuatro años. El coronavirus «es un bichito que está en la calle y del que nos tenemos que esconder ¿verdad?», le dice su padre.

Por la noche, mi compañero Nacho sube a la web el testimonio de la alcaldesa de Nieva, Maria Luisa Gorgojo. «Quiero que veáis la situación en la que estoy», dice en la grabación, ilustrada con una fotografía suya en la UCI del Hospital de Segovia, asistida por un respirador. 

Sábado 21 marzo. Aquellos que, a principios de mes, tachaban, en redes sociales, a los periodistas de alarmistas hoy salen a la calle con mascarillas y guardan cinco metros de distancia en las colas de supermercados, farmacias y estancos. ¡¡¿Qué dirán ahora?!! Es mi primera reflexión matutina tras conocer que ya son 1.326 compatriotas fallecidos, y más de 25.000 contagiados, mientras Italia marca un nuevo récord de muertes con casi 800 en un día. «¡Y nos habían dicho que llevamos el mismo camino de Italia!». Me corre un sudor frío. 

Atento a la rueda de prensa que emite en directo La 8 Segovia del presidente de la Junta.Atento a la rueda de prensa que emite en directo La 8 Segovia del presidente de la Junta. - Foto: D.S.

Confinado en La Lastrilla y con un ‘salvoconducto’ para ejercer mi labor periodística, salgo a la calle. Lo imprescindible. Mi estancia no va más allá de un cuarto de hora. Ir al estanco y bajar al ‘super’, donde Raquel Martín, su propietaria, con mascarilla y guantes, me vende una barra de pan. «Ahora vendo 80 todos los días», me confiesa.
Batimos récords de visitas a la web. Somos un gran equipo: Nacho, David, Aurelio, Dani, Juanjo... En el whatsapp los compañeros de El Día comentan la evolución de la crisis en Segovia. «Tres fallecidos más. Veréis mañana el aluvión de casos confirmados». «Esta semana va a ser horrible». «Serán las dos próximas».

Un amigo me comenta que sus padres, mayores, en casa, les han negado el tratamiento paliativo que recibían porque «es evidente que el sistema sanitario tiene que priorizar», comenta. Considera que el Gobierno no quiso adoptar medidas antes por «miedo a la crítica», como impedir la manifestación del 8-M. El nerviosismo desenfoca nuestra principal tarea: estar unidos frente a un enemigo que no distingue personas ni ideologías.  Tiene en su casa a los críos. «Voy a llamar al Ejército para ordenar la casa», bromea. 

Me telefonea Luis Alonso, el atleta de La Granja, que está en Protección Civil y hablamos de que ellos están llevando comida a los mayores, colaborando con la entrega de mascarillas, desinfectando los pueblos, La Granja y Valsaín… «Sois como la UME», le digo. Mi última reflexión llega con un ‘post’ de Facebook de mi amiga Laura Cubo, periodista en el Congreso de los Diputados. «Infectados: 25.000; denunciados: 31.000, ahí lo dejo». Publicamos la noticia: «Denunciados tomando botellines en las lagunas de Cantalejo» ¡Idiotas! (lo que pienso realmente no lo escribo).

Videochat de trabajo con los compañeros de la redacción.Videochat de trabajo con los compañeros de la redacción. - Foto: S.A.

Domingo 22 marzo. «Llegarán días muy duros» «La gran ola está por llegar». Retumban en mi cabeza las frases del discurso televisivo de Pedro Sánchez y pienso en las personas, las que están en primera línea y en esa «masa de resistentes» que estamos detrás. En las guerras no hay domingos ni festivos. Un vecino me avisa por whatsapp. ¡Está el ejército en el pueblo! ¡En la plaza! 

El aviso me exime del compromiso de participar en las tareas del hogar y me empuja a la calle. Imponen los uniformes. Veo dos camiones militares y dos soldados. Enseño mi ‘salvoconducto’ como periodista y justifico mi presencia. Aparece el sargento, Francisco Luis San Miguel, un tipo amable, que, tras pedir a los mandos superiores los permisos correspondientes, permite fotos y ofrece explicaciones. En una ventana, una mujer, junto a su hijo, de corta edad, les pregunta si necesitan algo, que si quieren un café o algo caliente para sobrellevar una mañana desapacible. «Nos aplauden, nos dan las gracias», dice el joven sargento. Mis compañeros de El Día tampoco paran el domingo.

El presidente Alfonso Fernández Mañueco ha pedido al Gobierno ayuda para el Hospital de Segovia, que está al límite, la Subdelegación del Gobierno ofrece un edificio de la cárcel de Perogordo….A las ocho en punto salimos al balcón. Da a un patio interior. No vemos a nadie más aplaudir. No vemos... pero los oímos. ¡Emociona, joder! El colofón es un toque de dulzaina.

Lunes 23 marzo. La falta de ejercicio físico me empieza a preocupar. Aunque abandoné el deporte hace muchos años —salvo el televisivo—, esos vídeos en redes sociales de hombres y mujeres fibrosos con consejos para «no perder la forma» durante el confinamiento machacan mi conciencia como «bota malaya» —se escribe con b—. «¡Si alguién encuentra mi estado de forma, que me lo devuelva, por favor!», pienso.

Desayuno ‘kiwis’ para combatir el estreñimiento, mientras me asaltan ideas absurdas para quemar grasas, como subir y bajas escaleras del edificio, pasear por el garaje o salir al balcón a hacer unos abdominales. Las dos primeras están prohibidas y la tercera es ciencia-ficción. 

Frivolidades aparte, sigo «metido en un grito», que diría mi amigo Adrián Pulido. Si la semana pasada tuvimos que lamentar la muerte de un histórico, Nicolás Berzal, hoy salta la noticia de «la segoviana» Lucía Bosé —se instaló en Brieva hace dos décadas— mujer de talento y carácter, a la que todavía recuerdo en el ‘súper’ de La Lupa con ese pelo azul que, en su última etapa, hizo sello de identidad y marca de rebeldía. Subo varias noticias a la web sobre su fallecimiento. 

España vive su peor jornada de la crisis con 462 fallecidos en las últimas 24 horas. Me cuentan que hay trabajadores en el Hospital con síntomas obligados a trabajar, que no hay en Urgencias equipos de protección. Hoy no pisaré la calle. Lo haré por propia conciencia, también por miedo, porqué no decirlo.

Estoy pendiente de confirmar los encargos de reportajes para la próxima edición del periódico en papel. «Si hay que salir, se sale, —me digo— es nuestro deber estar allí donde las cosas ocurren», aunque cada vez me da más vergüenza caminar mientras recibo miradas de sospecha desde balcones y ventanas por parte de los confinados. 

Solo tenemos una mascarilla en casa, sin estrenar. Si me tocase pisar la calle de forma prolongada, creo que me la pondré, aunque prefería no usarla y donarla cuando todo esto pase.

Para terminar el día, una reunión de trabajo, de la redacción, por videoconferencia. Soy el último en incorporarme. Saben de mi cierta torpeza con la tecnología. «Perdonad, he sido el último», comento. «No lo dudábamos», responde de guasa el director. Al menos he aportado un toque de humor, en una reunión donde se pone en común la información del equipo de periodistas. Y lo que se cuenta, es para pocas bromas.

Martes 24 marzo. «He perdido el gusto y el olfato». Lo dice César Sierra, al téléfono. Es el profesor amigo de Tere, mi pareja, con el que cenó hace quince días en Miranda de Ebro. Tuvo todos los síntomas, como fiebre alta, asfixia... No le hicieron la prueba, por una cuestión logística, aunque Sanidad dio por hecho su positivo.  «Y estoy preocupado por tí —le dice por teléfono a Tere—, porque fui con la última persona con la que estuve». Está aislado hasta el día 31 en su casa. ¡Madre mía!  También me entero hoy que otro amigo, cercano, ha dado positivo. No estamos libres.

España supera los 500 muertos en un día y roza ya los 40.000 contagios. Conmueven los episodios de desamparo en las residencias, y me ponen de mala ostia los que, según la Policía, se hacen pasar por médicos para entrar en las casas de las personas mayores y robarlas. La mañana discurre entretenida; hablo con Protección Civil, con un psicólogo, con una socióloga.... Hoy toca salir a la compra. Estamos en cuadro. Me armo de valor y me voy ¡al Mercadona!... Llevo guantes, pero el señor de seguridad me obliga en la puerta del ‘súper’ a poner otros por encima... Mi padre Vidal me había llamado a primera hora ¡Hijo, haz compra para una semana! ¡70 eurazos! No vuelvo a salir. ¡Menuda ruina! 

En varios grupos de whatsapp leo que el Hospital General necesita voluntarios para trabajar como celadores. No hace falta experiencia. Está «colapsado». En La Sexta dicen que, tras la primera semana de compras compulsivas, ha caído un 10% la venta de papel higiénico y un 50% el aceite. ¿Y en estos días? La venta de cerveza aumenta un 78%. 

Miércoles 25 marzo. El día empezó mal y acaba peor. Lo pienso en el balcón donde, tras la oleada de aplausos, suena ‘Libre’, de Nino Bravo, que hoy ha ganado la partida al ‘Resistiré’ del Duo Dinámico y a la música de dulzaina. Muy preocupado por el estado de salud de un amigo, que está ingresado, sigo inquieto ante lo que hemos conocido hoy, la situación «desesperada», «al límite», que vive el Hospital de Segovia. Los enfermos críticos se los van a llevar a las UCIs de Valladolid. ¿A qué esperan para montar ya en Segovia un hospital de campaña? Ante todo ¡calma!, como la que tuve por la mañana hasta que, en conexión remota, Sergio, un informático de la empresa logró que volviera a funcionar mi portátil. Durante la reparación, ‘bicheé’ lo que la gente cuenta por facebook. ¡Cuántos profetas del ayer!

Jueves 26 marzo. «¡Qué estrés de vida y sin salir de casa!». Lo comenta mi compañera de confinamiento, tras poner las tareas online a sus alumnos. No puedo más que asentir, alterado por que en menos de media hora tengo que terminar los artículos para el periódico en papel.
Nunca quise perder la capacidad de asombro, la que tienen los niños. Llego al final de esta semana y aún asisto horrorizado al drama; indignado ante la incompetencia,  cabreado ante la insolidaridad, inquieto ante lo que aún esta por llegar. 

Francisco Igea, vicepresidente de la Junta de Castilla y León, estima que la cuarentena podría alargarse a junio. Da bastante miedo. Quizá es el tiempo que pase entre rejas el  vecino de Segovia que ha ingresado en prisión por orden de un juez por incumplir con reiteración el confinamiento. Hoy  los profesionales sanitarios de Segovia han  podido ya extubar al primer paciente de coronavorius en la UCI del Hospital General. El enfermo ya respira de manera autónoma. «Será el primero de muchos», me digo.